viernes, 29 de octubre de 2004

Universitaria

En un formulario insulso completo datos de mi vida: trabaja, estudia, tiene actividades culturales, cuántas horas, cuántos kilómetros, con quien vive, cursa, no cursa, aplazos, éxitos. Todo es absolutamente ficticio. Yo ya me recibí pero en este formulario me preguntan cuántas materias cursé en el 2004. ¿Por qué me preguntan si tengo la libreta y fruncen la nariz cuando les digo que no porque está archivada entre innumerables papeles del archivo del Departamento de Alumnos, o peor aún, en la sección Títulos? Sí, señorita, Títulos. Allí, donde recala nuestra puerta de salida de esta torre de papel incendiada.
La cola avanza unos centímetros y algunos se sienten reconfortados. Pero yo sé que aquello no es más que amontonamiento de cuerpos. No están yendo más rápido. La mujer que está delante mío me cuida el lugar y me voy al Departamento de Letras a votar para la Junta Departamental. Me inundan de papeles. Me inundan las caras conocidas que no me reconocen. Todos atentos a mi voto... sos del cbc, tenés el plan de estudios, nosotros luchamos por, nosotros creemos que, nosotros, nosotros...sí, les digo, los conozco a todos ustedes, ahora déjenme en paz.
Me dirijo a la mesa y entrego mi DNI. Empadronada, tachan mi nombre en la lista y entro al cuartito donde coloco en un sobre una boleta. Me dirijo a la urna. Abajo, el infierno continúa igual. El infierno es la espera, me dice un muchacho de filosofía. Apretujados sin poder movernos, sin siquiera sentarnos.
Pasan tres horas.
La torre de papel se desvanece cuando entrego el formulario y me dirijo a Títulos a confirmar que sellen mi libreta. Me maravilla saber que está en un archivo que ellos guardan como un cofre importante. Por un segundo siento que aquel sello estampado es mi acta de defunción. Me guardan allí, en ese cajoncito.