domingo, 10 de octubre de 2004

La ópera de los tres centavos


Ayer, luego de peregrinar por Ciudad Oculta (que merecería un post aparte) fuimos a ver la obra de Brecht que están dando en el teatro Alvear.
Una vez escuché decir a un profesor que el teatro se resistía al mundo moderno porque era un producto imposible de "enlatar". Llamaba "producto enlatado" a aquello que puede reproducirse innumerables veces, a aquello donde no hay original: la misma película que se está viendo en un cine de Nueva York la están pasando en Buenos Aires y no hay variaciones. Por el contrario, el teatro no puede enlatarse nunca y eso es maravilloso: una noche irrepetible sintiendo el fogonazo de luces, música y cuerpos humanos desprendiéndose del escenario (nada más aburrido que intentar ver una obra de teatro filmada, ¿ o no?).
La historia de "La ópera de los tres centavos" despliega una ironía que hiere, desgarrra y retuerce la hipocrecía en la que está fundada nuestra sociedad moderna. Las relaciones humanas, la corrupción, la traición y los valores pisoteados desfilan durante dos horas y media con un elenco de primera, una puesta en escena de puta de madre y unos músicos (sí, es con músicos en vivo) del carajo.
Si pueden ir vayan, no se la pierdan.
Eso sí, la garúa finita de ayer, el aire cargado de la avenida Corrientes, el aliento envuelto en una chalina y el abrazo caliente de él tampoco pueden enlatarse.