En estos días han venido algunos amigos que hace un tiempo viven afuera y hemos aprovechado para pasearlos/nos por todo Buenos Aires:
cafecitos,
helados,
callecitas empedradas,
plazas,
puerto de frutos,
asados,
ferias artesanales,
y para rematar dos días en la isla del Tigre.
Además,
hemos abierto la casa,
hemos cocinado platos típicos,
hemos bebido del buen vino,
y hemos conversado.
Una maravilla.
miércoles, 29 de diciembre de 2004
martes, 7 de diciembre de 2004
Bashevi Singer
Hoy los personajes que me acompañaron tenían nombres como Meshulam, Dacha, Hadassah, Adele, Asa Heshel y Nyunie entre otros.
lunes, 6 de diciembre de 2004
Pájaros
Por la mañana sólo cantos de pájaros. Es extraño, en este barrio suelen escucharse los ruidos incesantes del progreso pujante: la construcción, derrumbamiento de casas viejas, taladros, calles pavimentadas y rieles en pugna.
Pero hoy eran sólo pájaros y una brisa de río.
Y entonces comprendí que sigue habiendo algo de natural en todo esto.
jueves, 2 de diciembre de 2004
Jerónimo Espejo, Recuerdos históricos
-¿De qué país es usted?-preguntó Bolívar al coronel argentino Manuel Rojas, en Quito, en un banquete.
-Tengo el honor de ser de Buenos Aires.
-Bien se conoce, por el aire altanero que representa.
-Es un aire propio de los hombres libres-respondió el argentino, inclinándose.
martes, 2 de noviembre de 2004
Vocalizando
Una sala. Ella, los ojos pícaros y un cuerpo que es una caja sonora vibrando cuando habla. Me acerco a su piano y me miro los labios en el espejo apoyado. Mom mom mom mim mem mam mom mum miam mum mam.Durante una hora me arqueo como un pájaro de cuello largo. Allí, profundo en el centro, manos que titilan. Tomo aire y parezco una princesa haciendo reverencias. Voy limando las asperezas, voy subiendo, subiendo, hasta coronarme.
En el espejo vuelvo a ser Florencia. Guardo la voz despacito y me retiro al sol de la tarde y al bullicio que me depara en la avenida Santa Fé.
En el espejo vuelvo a ser Florencia. Guardo la voz despacito y me retiro al sol de la tarde y al bullicio que me depara en la avenida Santa Fé.
lunes, 1 de noviembre de 2004
Fuegos
Ensayo Fuegos, la opera prima de mi amiga Laura Torrecilla. Los sombreros de ala ancha están bien. Digo "ya" y todas corremos hacia algún lado. Las polleras derrochan perfumes y femeneidad. Un mundo de talcos, plumas y besos robados de un púrpura furioso. Los zapatos de taco y unas caderas ondulantes, piel de manzana. Campanitas y pasos pequeñitos. Con tacos altos. Pisoteando un montón de cabezas aplastadas. Caemos con los cuerpos efímeros y el perfume se derrite en una red de telarañas. Ya basta. Niñas tan bonitas que no saben besar, niñas tan bonitas viejas y ajadas.
Fuegos.
Destellos.
No llegan a encender una fogata.
No ven: las bailarinas se transforman en marionetas de un fuego que no acaba de incendiar.
Fuegos.
Destellos.
No llegan a encender una fogata.
No ven: las bailarinas se transforman en marionetas de un fuego que no acaba de incendiar.
domingo, 31 de octubre de 2004
Paladas de tierra
Ayer fue la última función de Octubre. Un pájaro negro me acompañó en todo el espectáculo. Salido de un sueño. La voz salió estremecida. No me importó nadie. Canté para mí. Transfigurada en el personaje dejé de ser y arremetí contra ese ser que moría al son de mi caja. Golpes que parecían paladas de tierra. No me importó ser terrible. No me importó ser abismal. No me importó hacer un silencio antes de decir: algarrobo algarrobal.
viernes, 29 de octubre de 2004
Universitaria
En un formulario insulso completo datos de mi vida: trabaja, estudia, tiene actividades culturales, cuántas horas, cuántos kilómetros, con quien vive, cursa, no cursa, aplazos, éxitos. Todo es absolutamente ficticio. Yo ya me recibí pero en este formulario me preguntan cuántas materias cursé en el 2004. ¿Por qué me preguntan si tengo la libreta y fruncen la nariz cuando les digo que no porque está archivada entre innumerables papeles del archivo del Departamento de Alumnos, o peor aún, en la sección Títulos? Sí, señorita, Títulos. Allí, donde recala nuestra puerta de salida de esta torre de papel incendiada.
La cola avanza unos centímetros y algunos se sienten reconfortados. Pero yo sé que aquello no es más que amontonamiento de cuerpos. No están yendo más rápido. La mujer que está delante mío me cuida el lugar y me voy al Departamento de Letras a votar para la Junta Departamental. Me inundan de papeles. Me inundan las caras conocidas que no me reconocen. Todos atentos a mi voto... sos del cbc, tenés el plan de estudios, nosotros luchamos por, nosotros creemos que, nosotros, nosotros...sí, les digo, los conozco a todos ustedes, ahora déjenme en paz.
Me dirijo a la mesa y entrego mi DNI. Empadronada, tachan mi nombre en la lista y entro al cuartito donde coloco en un sobre una boleta. Me dirijo a la urna. Abajo, el infierno continúa igual. El infierno es la espera, me dice un muchacho de filosofía. Apretujados sin poder movernos, sin siquiera sentarnos.
Pasan tres horas.
La torre de papel se desvanece cuando entrego el formulario y me dirijo a Títulos a confirmar que sellen mi libreta. Me maravilla saber que está en un archivo que ellos guardan como un cofre importante. Por un segundo siento que aquel sello estampado es mi acta de defunción. Me guardan allí, en ese cajoncito.
La cola avanza unos centímetros y algunos se sienten reconfortados. Pero yo sé que aquello no es más que amontonamiento de cuerpos. No están yendo más rápido. La mujer que está delante mío me cuida el lugar y me voy al Departamento de Letras a votar para la Junta Departamental. Me inundan de papeles. Me inundan las caras conocidas que no me reconocen. Todos atentos a mi voto... sos del cbc, tenés el plan de estudios, nosotros luchamos por, nosotros creemos que, nosotros, nosotros...sí, les digo, los conozco a todos ustedes, ahora déjenme en paz.
Me dirijo a la mesa y entrego mi DNI. Empadronada, tachan mi nombre en la lista y entro al cuartito donde coloco en un sobre una boleta. Me dirijo a la urna. Abajo, el infierno continúa igual. El infierno es la espera, me dice un muchacho de filosofía. Apretujados sin poder movernos, sin siquiera sentarnos.
Pasan tres horas.
La torre de papel se desvanece cuando entrego el formulario y me dirijo a Títulos a confirmar que sellen mi libreta. Me maravilla saber que está en un archivo que ellos guardan como un cofre importante. Por un segundo siento que aquel sello estampado es mi acta de defunción. Me guardan allí, en ese cajoncito.
lunes, 25 de octubre de 2004
Segunda función: Memorias de la Tierra
Ayer fue un estallido de energía, una debacle subterránea.Y ya.
No tengo palabras para describir lo hermoso que fue.
A él se lo escuchó, además.
Hay que confiar en la acústica, señores.
No tengo palabras para describir lo hermoso que fue.
A él se lo escuchó, además.
Hay que confiar en la acústica, señores.
martes, 19 de octubre de 2004
Estreno: Memorias de la Tierra
Un ojo delineado y el otro no. Una mano con pincel, sombras oscuras para la muerte, es decir, para mí. Rubor no, sólo base muy clara, palidez. Y labios furiosos.
La caja vidalera del lado claro, acariciando, acariciando la voz.
Marcamos luces: círculo grande para él, círculo pequeño para mí. El espacio se reduce a mi cuerpo desplazado, rodado, cantado por una voz que reconozco mía pero que no es tal. Otros ojos delineados se acercan. La danza comienza. Y el eco.
Aplausos.
jueves, 14 de octubre de 2004
Detallista
Mi disciplina mental es variable. Puedo recordar detalles nimios, detalles irrisorios como el pliegue de una manga, una cara en el andén de Retiro, una noticia importante de hace diez años, el nombre de la persona que me atiende en la ventanilla del correo, de qué estaban hechos los brownies de manteca, la primera vez que hice un puente con mi columna vertebral, el detalle de la comisura de una boca moviéndose, el día del parcial de latín hace cinco años, el rostro de Osiris al verme deambular por la avenida sin flores en el pelo.
Pero los cumpleaños, los vencimientos de cuentas, la cuenta de los días, el promedio...
Pero los cumpleaños, los vencimientos de cuentas, la cuenta de los días, el promedio...
martes, 12 de octubre de 2004
Cancioncita
Llueve en Buenos Aires.
It's raining
It's pouring
The old man is snoring
and he went to bed
with a cold in his head
and he didn't wake up in the morning.
La duda que me dejaba esta canción era si el señor era un dormilón o si definitivamente no iba a despertarse más. Tétrico.
Pero todas las canciones británicas para niños que me enseñaban eran así.
Menos mal que después vino Lewis Carroll a dar vuelta todo eso.
It's raining
It's pouring
The old man is snoring
and he went to bed
with a cold in his head
and he didn't wake up in the morning.
La duda que me dejaba esta canción era si el señor era un dormilón o si definitivamente no iba a despertarse más. Tétrico.
Pero todas las canciones británicas para niños que me enseñaban eran así.
Menos mal que después vino Lewis Carroll a dar vuelta todo eso.
lunes, 11 de octubre de 2004
Pictionary
Ayer entre ñoquis amasados por mi amiga Natalia, el postre de banananut y café recién hechito se coló un recuerdo en mi mente que atesoré para contártelo porque, tarde o temprano, sé que vas a entrar a esta página y te vas a reir mucho. Últimamente tengo una enorme facilidad para hacer que los recuerdos acudan a mi mente sin que yo los llame así que una palabra puede ser disparadora de haces de memoria perezoza que se despliegan en cuadritos de historietas.Alguien en la mesa dijo "Pictionary".
El resto vino solo.
Primero, mi nulidad para dibujar. Luego una noche en donde mi nulidad para dibujar hizo que perdiéramos la partida enseguida y nos fuéramos felices a conocernos mejor a ese sofá del living de tu casa, lejos del ruido de la cocina y del resto de los participantes. Luego la guitarra de doce cuerdas que estaba apoyada en dicho sofá. Mi desconcierto y curiosidad por tocar una guitarra de doce cuerdas. Tu insistencia en que yo cantase algo de mi creación. Mi canción. Lágrimas saliendo de tus ojos (sí, lloraste). Mi desconcierto ante tus lágrimas y mis ganas de llenarte de besos.Segundo, tus pies envueltos en pantuflas con cara de algún animal que no recuerdo. Tu sonrisa de conejo. Tu felicidad cuando perdimos la partida del Pictionary.
El resto vino solo.
Primero, mi nulidad para dibujar. Luego una noche en donde mi nulidad para dibujar hizo que perdiéramos la partida enseguida y nos fuéramos felices a conocernos mejor a ese sofá del living de tu casa, lejos del ruido de la cocina y del resto de los participantes. Luego la guitarra de doce cuerdas que estaba apoyada en dicho sofá. Mi desconcierto y curiosidad por tocar una guitarra de doce cuerdas. Tu insistencia en que yo cantase algo de mi creación. Mi canción. Lágrimas saliendo de tus ojos (sí, lloraste). Mi desconcierto ante tus lágrimas y mis ganas de llenarte de besos.Segundo, tus pies envueltos en pantuflas con cara de algún animal que no recuerdo. Tu sonrisa de conejo. Tu felicidad cuando perdimos la partida del Pictionary.
domingo, 10 de octubre de 2004
La Paloma
Los veranos en La Paloma, los atardeceres en la Balconada, los amaneceres en la Aguada, los biscochitos calentitos en la playa, los churros tan largos que se hacían redondos, las extensas caminatas en la arena, el barco hundido, la arena apisonada de Anaconda, la casita con postigos verdes, otra casita redonda a la que llamábamos el Torreón, los tenedores que nos prestó Leticia para un asado con amigos, los anillos y colgantes que vendían en la feria, cómo Leticia hablaba mucho, el correo postal -¡sí, yo mandaba cartas escritas a mano!-, los libros y el mate, los termos rotos por el viento, la sal pegada al cuerpo, las algas cuando había marea baja, el sol ardiendo y nosotros sin sombrilla, padre sacándole fotos a la olas, padre perdiendo la cámara fotográfica en el medio de una ola, un abrazo y una puesta de sol con Santiago, un beso y otra puesta de sol con otro Santiago en otro año, charlas quilométricas con Natalia, tardes escribiendo un diario íntimo, noches trasnochadas contando estrellas, el telescopio que usábamos para mirar la luna llena.
Podría seguir pero mi yo de 27 años me pide que pare y que cuente otras cosas.
Podría seguir pero mi yo de 27 años me pide que pare y que cuente otras cosas.
La ópera de los tres centavos
Ayer, luego de peregrinar por Ciudad Oculta (que merecería un post aparte) fuimos a ver la obra de Brecht que están dando en el teatro Alvear.
Una vez escuché decir a un profesor que el teatro se resistía al mundo moderno porque era un producto imposible de "enlatar". Llamaba "producto enlatado" a aquello que puede reproducirse innumerables veces, a aquello donde no hay original: la misma película que se está viendo en un cine de Nueva York la están pasando en Buenos Aires y no hay variaciones. Por el contrario, el teatro no puede enlatarse nunca y eso es maravilloso: una noche irrepetible sintiendo el fogonazo de luces, música y cuerpos humanos desprendiéndose del escenario (nada más aburrido que intentar ver una obra de teatro filmada, ¿ o no?).
La historia de "La ópera de los tres centavos" despliega una ironía que hiere, desgarrra y retuerce la hipocrecía en la que está fundada nuestra sociedad moderna. Las relaciones humanas, la corrupción, la traición y los valores pisoteados desfilan durante dos horas y media con un elenco de primera, una puesta en escena de puta de madre y unos músicos (sí, es con músicos en vivo) del carajo.
Si pueden ir vayan, no se la pierdan.
Eso sí, la garúa finita de ayer, el aire cargado de la avenida Corrientes, el aliento envuelto en una chalina y el abrazo caliente de él tampoco pueden enlatarse.
viernes, 8 de octubre de 2004
Adscripción
12: 00 de la noche en la Habana, Cuba.
11:00 de la noche en San Salvador, El salvador.
11:00 de la noche en Managua, Nicaragua.
Obsesionados por los límites de la literatura, la especificidad de lo latinoamericano, nos juntamos a discutir cinco textos en un recóndito lugar de la facultad de Filosofía y Letras: la sala de profesores. Antes cada uno hizo su recorrido necesario para articular palabra. Lecturas, subrayado minucioso ( o no), pasado lento de las páginas de los artículos, conversaciones silenciosas con el Sr Mignolo, la Sra Ana Pizarro, el Sr Henríquez Ureña. Y así. Y así seguimos. Sus ojos delineados con lápiz negro, las chaquetitas de cuero sin marca, y la articulación de palabras. Antes mirabas los aritos que venden en la puerta y le comprabas a ese chico moreno que vendía broches un serenito y te enjugabas la angustia de la disgregación social en un café cortado en el bar de la esquina. Y así. También los viste apiñados, a los estudiantes, frente a una mesa para censarse. Y vos también hiciste esa cola y esperaste que te dieran el formulario. Miraste las preguntas pero no respondiste ninguna. Antes tenías libreta y ahora ni siquiera: un DNI, srta, por favor, su libreta, ah, no, recibida con título en trámite, sello ahí por favor, te la buscamos en títulos, tiene que estar sellada. Y así.Saliste de la cola y tropezaste con estudiantes de colitas y rastas, de lentes serios y dientecitos de leche. Entraste en sala de profesores y éramos trece o catorce y empezamos a hablar. Entramos por puertas imaginarias a territorios donde hablar de literatura es importante, es crucial, inevitable. Esas puertas, sí, esas puertas son necesarias, te decís. Sentís que con un impulso abrirías todas las puertas en esa sala, puertas que lleven a pasadizos ocultos donde la gente trabaja y le pagan, donde viaja cómoda, donde no precisa de sellos, donde hay libros y no fotocopias.
Pero al chico de los broches le preguntaste el nombre y lo llevaste a donde estaba su papá. Había comido cinco serenitos en menos de dos horas.
11:00 de la noche en San Salvador, El salvador.
11:00 de la noche en Managua, Nicaragua.
Obsesionados por los límites de la literatura, la especificidad de lo latinoamericano, nos juntamos a discutir cinco textos en un recóndito lugar de la facultad de Filosofía y Letras: la sala de profesores. Antes cada uno hizo su recorrido necesario para articular palabra. Lecturas, subrayado minucioso ( o no), pasado lento de las páginas de los artículos, conversaciones silenciosas con el Sr Mignolo, la Sra Ana Pizarro, el Sr Henríquez Ureña. Y así. Y así seguimos. Sus ojos delineados con lápiz negro, las chaquetitas de cuero sin marca, y la articulación de palabras. Antes mirabas los aritos que venden en la puerta y le comprabas a ese chico moreno que vendía broches un serenito y te enjugabas la angustia de la disgregación social en un café cortado en el bar de la esquina. Y así. También los viste apiñados, a los estudiantes, frente a una mesa para censarse. Y vos también hiciste esa cola y esperaste que te dieran el formulario. Miraste las preguntas pero no respondiste ninguna. Antes tenías libreta y ahora ni siquiera: un DNI, srta, por favor, su libreta, ah, no, recibida con título en trámite, sello ahí por favor, te la buscamos en títulos, tiene que estar sellada. Y así.Saliste de la cola y tropezaste con estudiantes de colitas y rastas, de lentes serios y dientecitos de leche. Entraste en sala de profesores y éramos trece o catorce y empezamos a hablar. Entramos por puertas imaginarias a territorios donde hablar de literatura es importante, es crucial, inevitable. Esas puertas, sí, esas puertas son necesarias, te decís. Sentís que con un impulso abrirías todas las puertas en esa sala, puertas que lleven a pasadizos ocultos donde la gente trabaja y le pagan, donde viaja cómoda, donde no precisa de sellos, donde hay libros y no fotocopias.
Pero al chico de los broches le preguntaste el nombre y lo llevaste a donde estaba su papá. Había comido cinco serenitos en menos de dos horas.
martes, 5 de octubre de 2004
Maragato
What I 've got you 've got to give it to your mamma
What I've got you've got to give it to your pappa
What I've got you've got to give it to your daughter
you do a little dance and then you drink a little water
No puedo evitarlo, esta canción me hace acordar a aquél departamentito en el barrio Sur en Montevideo. De esto hace siete años.
Santiago y su amigo ponían a los Red Hot Chili Peppers a un volumen que despertaba a los muertos. Escobillón en una mano y balde en la otra los veía balancearse y sacudirse desde un enorme edredón extendido. El departamento no quedaba muy limpio pero nos divertíamos mucho. Yo no hacía casi nada porque era la "invitada". El amigo de Santiago nos prestaba su departamento y se iba para San José por el fin de semana. Estudiaba para chef y nos dejaba la heladera llena de cosas raras, condimentos y platos complicados que nosotros no tocábamos. Santiago no era chef, nada más lejos que eso. Y, sin embargo, era un experto en un guiso de arvejas que su madre le había enseñado. Yo, por esa época, no podía hacer ni una milanesa. Lo máximo que había aprendido a hacer, debido a la tiranía que María ejercía en la cocina de mi casa, eran las famosas ensaladas de mi madre y algún que otro plato de pasta. Así que ese guiso de arvejas era un regalo para el invierno helado de Montevideo y la pésima calefacción.
Santiago hablaba poco y cuando lo hacía se sentía su dulce acento uruguayo. Un acento que comenzaba articulándose en una boca de labios finitos y traviesos y que vibraba también en sus ojos marrones muy tranquilos, siempre entrecerrados, de pestañas muy largas y tiesas.
Santiago tenía el mismo nombre que otro Santiago de ojos muy hermosos y pestañas muy largas.
Creo que me enamoré de Santiago como quien se tira por la garganta de diablo. Una hermosa caída de agua, turbulenta y furiosa, asombrosa y rápida.
Creo que me enamoré de Santiago porque hablaba dulce, porque acariciaba dulce, porque no leía libros y porque trabajaba el hierro.
Creo que.
Y así.
Todo eso se fue como el agua de una catarata. El amor se evaporó como espuma blanca.
What I've got you've got to give it to your pappa
What I've got you've got to give it to your daughter
you do a little dance and then you drink a little water
No puedo evitarlo, esta canción me hace acordar a aquél departamentito en el barrio Sur en Montevideo. De esto hace siete años.
Santiago y su amigo ponían a los Red Hot Chili Peppers a un volumen que despertaba a los muertos. Escobillón en una mano y balde en la otra los veía balancearse y sacudirse desde un enorme edredón extendido. El departamento no quedaba muy limpio pero nos divertíamos mucho. Yo no hacía casi nada porque era la "invitada". El amigo de Santiago nos prestaba su departamento y se iba para San José por el fin de semana. Estudiaba para chef y nos dejaba la heladera llena de cosas raras, condimentos y platos complicados que nosotros no tocábamos. Santiago no era chef, nada más lejos que eso. Y, sin embargo, era un experto en un guiso de arvejas que su madre le había enseñado. Yo, por esa época, no podía hacer ni una milanesa. Lo máximo que había aprendido a hacer, debido a la tiranía que María ejercía en la cocina de mi casa, eran las famosas ensaladas de mi madre y algún que otro plato de pasta. Así que ese guiso de arvejas era un regalo para el invierno helado de Montevideo y la pésima calefacción.
Santiago hablaba poco y cuando lo hacía se sentía su dulce acento uruguayo. Un acento que comenzaba articulándose en una boca de labios finitos y traviesos y que vibraba también en sus ojos marrones muy tranquilos, siempre entrecerrados, de pestañas muy largas y tiesas.
Santiago tenía el mismo nombre que otro Santiago de ojos muy hermosos y pestañas muy largas.
Creo que me enamoré de Santiago como quien se tira por la garganta de diablo. Una hermosa caída de agua, turbulenta y furiosa, asombrosa y rápida.
Creo que me enamoré de Santiago porque hablaba dulce, porque acariciaba dulce, porque no leía libros y porque trabajaba el hierro.
Creo que.
Y así.
Todo eso se fue como el agua de una catarata. El amor se evaporó como espuma blanca.
sábado, 2 de octubre de 2004
Ensayo General
Tuvimos ensayo en el teatro. Cuatro horas en la sala marcando espacio, fijando entradas y salidas, probando vestuario, haciendo las pasadas. Lau corría con alfileres en la boca midiendo ruedos y repartiendo chalinas, Facu tenía la mirada de hierro aunque cada tanto intentaba suavizarse, la Sole con una muela menos hacía lo que podía y yo con mi vestido de muerte trataba de no morir de frío.
El piso es de goma y no resbala. Hubo varios machucones. A las doce de la noche salimos con la nariz congelada y el hambre azotando.
El piso es de goma y no resbala. Hubo varios machucones. A las doce de la noche salimos con la nariz congelada y el hambre azotando.
viernes, 1 de octubre de 2004
Primer abrazo
Yo tenía 19 años.Guille también. Me esperaba en Radio Nacional porque ese día tocaba León Gieco. Yo tenía 19 años, cursaba el primer año de la carrera de Letras y tenía un novio. Por si fuera poco, ese día entregaba mi primer parcial domiciliario de Teoría y Análisis Literario I a las siete de la tarde en el aula 108 de la facultad de Filosofía y Letras (aquellos que hayan estudiado Letras o que estén haciendo en este momento la carrera entenderán nervios y demás. A eso agréguenle una incipiente gripe que comenzaba a fluctuar entre mi garganta, nariz y oídos).
El plan era simple. Llegar a las siete a la facultad, entregar el parcial y salir rumbo a Radio Nacional donde me esperaba él y la música de León.
El plan era simple.
Era.
Todo se complicó. Habíamos quedado con dos compañeras de la facultad que vivían por mi zona que tomaríamos un remise para llegar más rápido (pobres ilusas). Una de ellas, para colmo, se atrasó vaya a saber por qué (líos con la impresora, imagino). Y comenzó el viaje. El largo viaje hasta Caballito con un remisero que jamás había hecho ese camino y con nosotras que poco sabíamos de caminos tan largos en auto.
Embotellamiento.
Embotellamiento.
Embotellamiento.
Algunas personas cuando se ponen nerviosas comienzan a reírse absurdamente de cualquier cosa. No es mi caso. O no lo fue en ese momento. Me dolía la cabeza, no podía respirar por la nariz, imaginaba el aula 108 vacía y nosotras llegando dos horas tarde. Mis dos compañeras no pararon de reírse y de hacer chistes muy malos durante todo el viaje.
Para colmo Guille me esperaría en Radio Nacional y en esa época los celulares no eran comunes.
El viaje duró un infierno pero llegamos casi dos horas tarde. El aula 108 estaba vacía pero pronto nos enteramos que Panesi y sus secuaces estaban en un bar tomando algo. Entregamos el parcial y al mismo tiempo León, en Radio Nacional, comenzó a tocar. Llamé a mi casa para avisar que si él llegaba a llamar que le dijeran que yo estaba yendo a encontrarme con él, que me esperara, que me esperara, que me esperara...
Era absurdo, no iba a llegar.
Pero fui. Me tomé un taxi y le indiqué hacia dónde ir.
Embotellamiento.
Embotellamiento.
Embotellamiento.
No pude llegar. Los autos se nos venían encima. No recuerdo en qué esquina me bajé. Estaba relativamente cerca del lugar pero yo sólo veía una avalancha de gente. La sensación de desamparo fue total.
Hasta que.
Porque ahí estaba él, en el medio de la avalancha de gente, en esa calle sin nombre, con una latita de gaseosa en la mano, caminando despreocupadamente.
Me acerqué extenuada y nos abrazamos. Guille no dijo nada, sólo me envolvió con un cariño inmenso, una ternura que después -años después- descubrí cuán auténtica es.
Abrazo.
Silencio.
Abrazo.
Avalancha.
Abrazo.
Bocinas.
Abrazo.
Por ese entonces éramos amigos.
Hoy vive conmigo.
El plan era simple. Llegar a las siete a la facultad, entregar el parcial y salir rumbo a Radio Nacional donde me esperaba él y la música de León.
El plan era simple.
Era.
Todo se complicó. Habíamos quedado con dos compañeras de la facultad que vivían por mi zona que tomaríamos un remise para llegar más rápido (pobres ilusas). Una de ellas, para colmo, se atrasó vaya a saber por qué (líos con la impresora, imagino). Y comenzó el viaje. El largo viaje hasta Caballito con un remisero que jamás había hecho ese camino y con nosotras que poco sabíamos de caminos tan largos en auto.
Embotellamiento.
Embotellamiento.
Embotellamiento.
Algunas personas cuando se ponen nerviosas comienzan a reírse absurdamente de cualquier cosa. No es mi caso. O no lo fue en ese momento. Me dolía la cabeza, no podía respirar por la nariz, imaginaba el aula 108 vacía y nosotras llegando dos horas tarde. Mis dos compañeras no pararon de reírse y de hacer chistes muy malos durante todo el viaje.
Para colmo Guille me esperaría en Radio Nacional y en esa época los celulares no eran comunes.
El viaje duró un infierno pero llegamos casi dos horas tarde. El aula 108 estaba vacía pero pronto nos enteramos que Panesi y sus secuaces estaban en un bar tomando algo. Entregamos el parcial y al mismo tiempo León, en Radio Nacional, comenzó a tocar. Llamé a mi casa para avisar que si él llegaba a llamar que le dijeran que yo estaba yendo a encontrarme con él, que me esperara, que me esperara, que me esperara...
Era absurdo, no iba a llegar.
Pero fui. Me tomé un taxi y le indiqué hacia dónde ir.
Embotellamiento.
Embotellamiento.
Embotellamiento.
No pude llegar. Los autos se nos venían encima. No recuerdo en qué esquina me bajé. Estaba relativamente cerca del lugar pero yo sólo veía una avalancha de gente. La sensación de desamparo fue total.
Hasta que.
Porque ahí estaba él, en el medio de la avalancha de gente, en esa calle sin nombre, con una latita de gaseosa en la mano, caminando despreocupadamente.
Me acerqué extenuada y nos abrazamos. Guille no dijo nada, sólo me envolvió con un cariño inmenso, una ternura que después -años después- descubrí cuán auténtica es.
Abrazo.
Silencio.
Abrazo.
Avalancha.
Abrazo.
Bocinas.
Abrazo.
Por ese entonces éramos amigos.
Hoy vive conmigo.
lunes, 27 de septiembre de 2004
Escritos de Ciudad Oculta
Algo que escribió una alumnita el otro día:
Manzana que calló del árbol
Antes de medianoche
Negando ser compartida con
Grandes bocas
Oscuras.
Manzana que calló del árbol
Antes de medianoche
Negando ser compartida con
Grandes bocas
Oscuras.
miércoles, 15 de septiembre de 2004
Taller Literario en Ciudad Oculta
Estudié Letras.
Soy un producto de Puan 480 más algunas otras cosas, por suerte.
Hace exactamente un año, con una compañera de la facultad (la Montse) fundamos un pequeño taller literario para niños en un comedor popular en la Villa 15, más comúnmente llamada Ciudad Oculta. Allí vamos todos los sábados, cargadas hasta la médula de libros, y durante dos horas, con un grupo de chicos de entre ocho y catorce años, leemos cuentos, escribimos, inventamos, discutimos textos, elegimos libros. Todo esto acompañado por la merienda de las cuatro de la tarde.Costó mucho empezar, que el grupo se formara. Yo tuve que leer mucha literatura infantil y juvenil que desconocía. Imagínense, la facultad carece de este tipo de formación. Así que entre tropiezos y trancos largos llegamos a hacer una verdadera mezcolanza de textos literarios.Así y todo no siento que "enseño literatura" en el sentido estricto del término ni que soy una "promotora de la lectura".
Fíjense, las clases suelen diversificarse en muchísimos aspectos: la historia de nuestro país, la geografía del mundo -o de otros mundos cuando usamos mapas inventados-, los planetas, el sistema solar, lo mitos griegos, la conquista de América, la magia, la ciencia. Otras veces, tenemos que detenernos a explicar cosas muy simples: cómo se hace un diálogo, cómo se escribe una palabra, dónde se ponen los puntos y las comas.
Hace dos sábados vino canal 7 del programa "Cultura Cero". Quizás salimos en alguno de los programas de Septiembre/Octubre. Como no tengo tele ustedes posiblemente se enteren más que yo de este asunto.
Soy un producto de Puan 480 más algunas otras cosas, por suerte.
Hace exactamente un año, con una compañera de la facultad (la Montse) fundamos un pequeño taller literario para niños en un comedor popular en la Villa 15, más comúnmente llamada Ciudad Oculta. Allí vamos todos los sábados, cargadas hasta la médula de libros, y durante dos horas, con un grupo de chicos de entre ocho y catorce años, leemos cuentos, escribimos, inventamos, discutimos textos, elegimos libros. Todo esto acompañado por la merienda de las cuatro de la tarde.Costó mucho empezar, que el grupo se formara. Yo tuve que leer mucha literatura infantil y juvenil que desconocía. Imagínense, la facultad carece de este tipo de formación. Así que entre tropiezos y trancos largos llegamos a hacer una verdadera mezcolanza de textos literarios.Así y todo no siento que "enseño literatura" en el sentido estricto del término ni que soy una "promotora de la lectura".
Fíjense, las clases suelen diversificarse en muchísimos aspectos: la historia de nuestro país, la geografía del mundo -o de otros mundos cuando usamos mapas inventados-, los planetas, el sistema solar, lo mitos griegos, la conquista de América, la magia, la ciencia. Otras veces, tenemos que detenernos a explicar cosas muy simples: cómo se hace un diálogo, cómo se escribe una palabra, dónde se ponen los puntos y las comas.
Hace dos sábados vino canal 7 del programa "Cultura Cero". Quizás salimos en alguno de los programas de Septiembre/Octubre. Como no tengo tele ustedes posiblemente se enteren más que yo de este asunto.
domingo, 12 de septiembre de 2004
La Seño
Me despierto por una ráfaga de luz que se cuela traviesa por mis persianas mal cerradas. Tres horas después me subo al 80 que me escupe en Mataderos.
Pues aquí estamos: yo, una tarde de sol, la Montse y un grupo de chicos dispuestos a leer a Ray Bradbury y a escribir sobre ciudades.
Pues aquí estamos: desafiamos el sol, la tarde, los chicos que juegan al fútbol y pegan pelotazos a la ventana rota del comedor popular de Doña Cielo.
Pues aquí estamos: en el corazón de Ciudad Oculta, casi en la intersección de dos calles cuyos nombres jamás se hubieran juntado en vida: Eva Perón y Lisandro de la Torre. Así de contradictoria es la Argentina.
-¡Feliz día seño!
-¡Feliz día!
La tarde sigue su rumbo. Escucho sus voces, se ríen, hablamos de literatura. Los libros se apilan en las mesitas blancas. Los veo regodearse con Crónicas Marcianas y la leche que les servimos en unos vasos color rojo, de plástico grueso. Manos que empuñan lapiceras y buscan qué comer en la canastita de mimbre.
Me dicen, Feliz día, y a la Montse también.
Pues aquí estamos: yo, una tarde de sol, la Montse y un grupo de chicos dispuestos a leer a Ray Bradbury y a escribir sobre ciudades.
Pues aquí estamos: desafiamos el sol, la tarde, los chicos que juegan al fútbol y pegan pelotazos a la ventana rota del comedor popular de Doña Cielo.
Pues aquí estamos: en el corazón de Ciudad Oculta, casi en la intersección de dos calles cuyos nombres jamás se hubieran juntado en vida: Eva Perón y Lisandro de la Torre. Así de contradictoria es la Argentina.
-¡Feliz día seño!
-¡Feliz día!
La tarde sigue su rumbo. Escucho sus voces, se ríen, hablamos de literatura. Los libros se apilan en las mesitas blancas. Los veo regodearse con Crónicas Marcianas y la leche que les servimos en unos vasos color rojo, de plástico grueso. Manos que empuñan lapiceras y buscan qué comer en la canastita de mimbre.
Me dicen, Feliz día, y a la Montse también.
martes, 7 de septiembre de 2004
Blogs
Estoy en México. Me he ganado una beca porque necesito aprender náhuatl. Hans se ha encontrado conmigo ya que le ha ido de maravillas en Marbella y por lo pronto ha decidido tomarse unas vacaciones. Estoy muy contenta porque además me he encontrado con Ana Luna -que está con su Coco- y me ha invitado a dar un paseo por las calles de la ciudad. Estamos en un lugarcito al aire libre tomando algo y sintiendo la brisa cuando en eso aparece Cypher silbando bajito. Nos saluda y se pone a hablar acerca de la lluvia que cayó anoche. "Pero no fue nada", dice, "si vieran lo que es cuando graniza". Y dice "graniza" acentuando bien la "z" de puro español que es. La lógica de los sueños siempre se bifurca así que ya estoy caminando por la avenida Corrientes y los veo al Conde y a Chizita jugando un pool en el bar La Academia. Chizita ha logrado abrir su Pronto Shake con un golpe de taco y el Conde aburrido se ha puesto a escribir en su libretita algún texto que luego posteará en su blog. Me ven y me saludan pero yo estoy muy apurada porque llego tarde a un ensayo. Cuando llego me quedo muda de asombro. En la sala me lo encuentro a Nube que me dice muy tranquilo que ha estado hablando con Nubezita y que han decidido formar un conjunto de música y danza. Desenvuelvo la caja vidalera y empezamos.
viernes, 3 de septiembre de 2004
Minutos
No hay caso con el colectivo verde. Dobla, va derecho, dobla, va derecho... y pasa por tres pasos de nivel. Si la barrera llega a estar baja las tres veces indefectiblemente llego media hora tarde. Buenos Aires es demasiado grande.
jueves, 2 de septiembre de 2004
Granizo
Primero fue un ligero andar, un chapotear, un esquivar y luego un techito ínfimo al costado del FLENI. La furia del cielo me tomó por asalto en una cuadra pobre de techos y baldosas flojas. La lluvia era cálida pero el granizo contradecía. Cascotazo tras cascotazo sentí en mi propia piel la raspadura de la piel de los autos cuando el granizo se empeña en morderlos. Las piedritas blancas venían a morir a mis pies agarrotados por las botas. Se deshicieron y murieron instantáneamente.
A los lejos, en la avenida, un pobre muchacho empujaba su carro lleno de cartones y bolsas.
A los lejos, en la avenida, un pobre muchacho empujaba su carro lleno de cartones y bolsas.
martes, 31 de agosto de 2004
Recorridos III
Por la noche, avenida de luces rojas, azules, amarillas.
Afiches desteñidos.
Otro colectivo, esta vez el 60.
Abrigo al hombro, calzado cómodo, caja vidalera en brazos.
Bar: La Academia: reducto de estudiantes universitarios atrapados en un tiempo elastizado. Barbas largas, rulos sobre frentes fruncidas, manos manchadas de nicotina, tinta y calle.
Nos encontramos como dos almas perdidas en el medio del bullicio porteño.Bar: La Academia. Me dije: anda, caballo, quítate las cinchas. Me quité el abrigo, la mochila, los libros, el tiempo. Pedí un café y estaba frío.
Nos encontramos en un tiempo intermedio, en el lapso de una actividad y otra. No había tiempo, sólo estudiantes universitarios y rulos y nicotina y tinta y calle.
Te di el frasco con el mamón almibarado. Vos me diste el suplemento Ñ con la nota sobre Bodoc.
Nos intercambiamos libros.
Nos separamos sin tiempo, sin destellos, sin Chaco.
El ensayo estuvo bien. La caja sonaba profunda, rítmica, ondulante.
Recorridos I
Ayer caminé demasiado y por muy diferentes lugares. Diferentes actividades me llevaron a desandar caminos que recorrí hace mucho tiempo. Aquella sala donde se dio la conferencia de la francesa Géneviéve Patte fue la misma sala donde tuve la oportunidad de conocer a Van Dijk hace ¿seis años? cuando aún era una estudiante de la carrera de Letras. Sé que era el año 98 porque por ese entonces estaba leyendo El evangelio según Jesucristo de José Saramago y la primera hoja del libro lleva mi nombre junto con el año en que lo leí ( así que, ya ves, Guille, sí sirve escribir el año a veces). Por entonces la ciudad me parecía más grande y menos injusta. Esta vez los enormes edificios de la calle Carlos Pellegrini no me deslumbraron. Simplemente me dieron mucha rabia. ¿Tenían que hacerlos tan ornamentados, opulentos, altivos? Y el recorrido del 130, siempre tan bello, rodeado de aquella madreselva, los árboles altos de Palermo, el puente categórico de Recoleta, el sol en la mañana de un lunes. Así cualquiera se enamora de esta Buenos Aires.Y luego mi departamentito de puertas que no cierran, de ventanas chicas, de techos bajos. La corrida por aquella calle estrecha donde no hay árboles altos, salteando las cagadas de los perros, los vendedores ambulantes, las changuitas, el policía apostado en aquel supermercado chino. Y la gente saliendo con las bolsitas del día.
lunes, 30 de agosto de 2004
Near native
Pienso que de haber seguido en esa fucking brittish school me hubiera perdido irremediablemente. La decisión más importante de mi niñez: mudarme de escuela. Echó por tierra todos los posibles caminos rectos: bichofeo dijo no y desplegó alas.
jueves, 26 de agosto de 2004
Heteróclita
A veces soy tan heteróclita que siento que dejo de ser persona para volver a serlo en un santiamén. No debe ser muy sano eso pero no me importa puesto que ya me estoy constituyendo y necesitando de algo para ya dispersarme y hacer otra cosa. La curiosidad mató al gato. Pero como aquí no hay gatos y sólo hay personas podemos decir que la curiosidad puede ser una muy buena amiga en momentos claves de inspiración oceánica.
miércoles, 25 de agosto de 2004
Agosto
¿No les parece que Agosto nos está jugando una mala pasada? ¿No les parece que se está haciendo demasiado el vivo? ¿Qué es eso de hacernos salir con mangas cortas y cuello desnudo? ¿Qué eso de obligarnos a caminar con el sobretodo a cuestas y a arrastrar las medias mojadas de sudor?
¿Han visto las frutillotas esas enormes que se asoman por las góndolas de las verdulerías?
¿Han visto aquellas flores brillantes que destilan perfumes ebrios que invitan a sacarse la ropa y a aullarle a los desconocidos?
Este Agosto definitivamente está muy amarillo.
¿Han visto las frutillotas esas enormes que se asoman por las góndolas de las verdulerías?
¿Han visto aquellas flores brillantes que destilan perfumes ebrios que invitan a sacarse la ropa y a aullarle a los desconocidos?
Este Agosto definitivamente está muy amarillo.
viernes, 13 de agosto de 2004
Alejo Carpentier
Me sumerjo en La consagración de la primavera de Alejo Carpentier. Me gusta el personaje de la rusa: una bailarina que ha vivido siempre a ras del suelo, en contacto con el suelo, midiéndolo, sopesándolo, acentuándolo.
Me recuerda a alguien.
Me recuerda a alguien.
jueves, 12 de agosto de 2004
Que quede claro
Me harté. Se acabó. Qué avenida horrible. Qué colores horribles. Qué ciudad horrible. ¿Cómo es que de pronto todo puede transformarse en un pantano? No quiero volados, no quiero brillantitos, no quiero colorcitos, no quiero chucherías, no quiero pestañas más largas ni medias más finas. No quiero lana de Suiza, no quiero colgantes nuevos, no quiero pulseritas de plástico. ¡No quiero! Sólo quiero terminar con este maldito trámite y ya.
martes, 10 de agosto de 2004
Diccionario
Hubo un tiempo en que palabras como camomila, muselina, aceite de risino, gobelinos, trufas, saltimbanqui, aldaba, cubilete, bacinilla, batiente, astrolabio, jofaina, haldas, glaucos, breñales, cierzos, cipo, oquedad, abisal, horchata, caramillo, tezontle (y podría seguir...) no tenían significado. Sólo el ondulante significante y la curvatura de las letras al escribirlas. Sólo un cofre cerrado con misterios y cajitas de música adentro.
martes, 3 de agosto de 2004
Venga el tornado
¡Venga el tornado, venga!
Aquí abajo hay casas, memoria
Aquí abajo hay cofres, imperios
Aquí abajo hay fuego.
¡Venga el tornado, venga!
Aquí abajo,
esperan...
esperan...
y
Aquí abajo hay cofres, imperios
Aquí abajo hay fuego.
¡Venga el tornado, venga!
Aquí abajo,
esperan...
esperan...
y
Anoche... murió Marga.
lunes, 12 de julio de 2004
jueves, 1 de julio de 2004
Resistencia: Nino
Ya sólo entrar a "Nino" y el mozo comienza a acomodar las mesas. A veces pienso que las verdaderas charlas están allí. La comida es intensa pero tarda en llegar. Nosotros somos un coro de entrañas acompañado por algunas alusiones sobre la literatura latinoamericana. Pero no todo es literatura: aquí está la vida, las decisiones, momentos de sueño y la seducción. El domingo por la mañana estoy pisando nuevamente Buenos Aires. De Resistencia me llevo lo mejor de cada uno de estos momentos.
viernes, 25 de junio de 2004
Los papeles de Rodolfo Walsh
Hay un cuento de Rodolfo Walsh que los militares se llevaron para siempre como también se llevaron su vida, sus papeles, su hija Victoria y sus sueños. El cuento se llamaba "Juan se iba por el río" y la letra se ha esfumado, ha sido rasgada, trinchada, decapitada.
Aún así sabemos que Juan cruza ese río a caballo. Lo cruza porque el río ha desaparecido y en su lugar se asoman peces muertos, ramas encalladas y a lo lejos se ven las luces de Uruguay. Lo sabemos porque la mujer de Rodolfo Walsh quedó viva y se lo contó a Tununa quien, a su vez, nos lo contó a nosotros en una ronda de mate y tiza blanca. Juan cruza ese río como nosotros cruzamos las palabras de Tununa. No sabemos -Tununa no sabe- si Juan llegará del otro lado pero bajo los cascos del caballo se oye el resoplar del agua nueva.
Escribir hoy este cuento es una hazaña imposible.
Aún así sabemos que Juan cruza ese río a caballo. Lo cruza porque el río ha desaparecido y en su lugar se asoman peces muertos, ramas encalladas y a lo lejos se ven las luces de Uruguay. Lo sabemos porque la mujer de Rodolfo Walsh quedó viva y se lo contó a Tununa quien, a su vez, nos lo contó a nosotros en una ronda de mate y tiza blanca. Juan cruza ese río como nosotros cruzamos las palabras de Tununa. No sabemos -Tununa no sabe- si Juan llegará del otro lado pero bajo los cascos del caballo se oye el resoplar del agua nueva.
Escribir hoy este cuento es una hazaña imposible.
miércoles, 23 de junio de 2004
Los personajes de Macedonio
Macedonio decía que para escribir sus textos se veía obligado a contratar a algunos personajes. Por ejemplo, lo hizo con Eleonora que, según él, había tenido un papel impecable en un cuento de Edgar Allan Poe. Pero también sucedían otras cosas inesperadas: hubo una vez un personaje que le pidió expresamente permiso para salir de la novela pues se había olvidado una leche en el fuego.
lunes, 21 de junio de 2004
El arca de Noé Jitrik
Luego de mucho silencio, aquí va mi lluviecita con otro mensaje. Escribo desde mi "islita", una ciudad de casas bajas y habitantes morenos que se llama Resistencia. Escribo desde aquí aunque también leo mucho y hablo con los demás compañeros sobre literatura. Hoy he estado toda esta tarde leyendo a Noé Jitrik, Evaluador y también curiosamente pensando en Joaca. No sé si Joaca volverá a entrar a este blog pero pienso que ella debería leer esta novela pues está en esto de solicitar becas y esas cosas. Por lo demás, yo sigo con este ritmo extraño de levantarme muy temprano y acostarme muy tarde y este seminario que está muy interesante. Cada día nuevo, el Chaco se despliega con ese olorcito a quesillo y papaya, a guayaba fresca y tereré fresco.Durante esto días he escuchado un español muy castizo o muy mexicano, o muy chileno. Por esto, mi acento ha cambiado pero volverá -espero- una vez que regrese a Buenos Aires. Quiero creer que con mi acento me recuperaré un poco a mí misma pues por ahora siento que estoy navegando en aguas maravillosas pero que no son enteramente mías.
domingo, 13 de junio de 2004
Hospedaje
Resistencia: ciudad de esculturas
No tengo fotos de Resistencia. Y ahora entiendo por qué. Resistencia no se puede fotografiar.
Desde el principio hubo algo que me llamó la atención. Caminaba por las calles de Resistencia sin rumbo fijo y cada tanto me topaba con diferentes esculturas. Verdes, rojas, grises. No importaba la calle. Podía ser ínfima o muy importante. Pero no tengo ninguna foto de ellas.
Resistencia no se puede fotografiar. Sólo se pueden fotografiar los amigos que Resistencia te ofrece.
Desde el principio hubo algo que me llamó la atención. Caminaba por las calles de Resistencia sin rumbo fijo y cada tanto me topaba con diferentes esculturas. Verdes, rojas, grises. No importaba la calle. Podía ser ínfima o muy importante. Pero no tengo ninguna foto de ellas.
Resistencia no se puede fotografiar. Sólo se pueden fotografiar los amigos que Resistencia te ofrece.
lunes, 7 de junio de 2004
Gerónima Sequeida
-¿Y cómo es Buenos Aires?-Bueno, primero es...¡lejos! (Ríe.) Pero la verdad es que, con perdón, me ha parecido un hormiguero pateado. ¡La gente anda toda afetada, corriendo de acá para allá! Y tal vez usted tarda un poquito y ya lo pisa un auto. O pierde el trabajo, sea doctora o peón de albañil (...) ¡Además ese ruido y ese humito siempre...! Porque en Buenos Aires los aires no son libres.
Gerónima Sequeida de Amaicha, bagualera y pastora de cabras.
Gerónima Sequeida de Amaicha, bagualera y pastora de cabras.
domingo, 30 de mayo de 2004
Tormenta
Hay enfermedades que son como las tormentas. Arrasan, despojan y luego, en la madrugada, amainan. Pero también están las otras, las que agonizan como lluvia lenta, las que calan corazones y anidan en sus huecos. Por eso aliso esta página como aliso las sábanas. Afuera hay sol. Le corresponde a una nubedeagua hacerse acariciar por el sol para que a veces despliegue un hermoso arco iris.
viernes, 28 de mayo de 2004
Mitimaes
Ayer tuve mi tercer ensayo real con Mitimaes. La obra es maravillosa y los bailarines de andar ligero y ágil. Pero mi andar no es ligero porque yo soy la Muerte. Y la Muerte nunca es ligera. Por lo demás, soy una Muerte bastante romántica pues estoy vestida de color borra vino (y no de negro como es esperarse) con una caja en las manos (que en realidad es una pobre luna atrapada). La escena es de un silencio sepulcral. La música es mi voz. La Muerte y los sonidos de la caja ondulante. Y cuando canto es como si llorara. Pero no lloro sino que canto. Y canto "con el tambor de la luna y el amor del carnaval".
Me sentí en medio de una novela de Bodoc. Muy impresionante.
Me sentí en medio de una novela de Bodoc. Muy impresionante.
jueves, 27 de mayo de 2004
Algarrobo Algarrobal
Las coplas las encuentro casi siempre al azar. Pero no siempre. A veces vienen directo hacia mi, desde algún lugar lejano donde las voces de los muertos se aclaran. No me dan miedo, nunca. Cuando tengo su cabeza caliente entre mis manos la vidala cobra una vida inesperada en mis labios. Las coplas salen desprendidas, como un racimo de uvas. Mi caja, entonces, retumba grave. Caja que acuna abuelos, infancia, guitarras y países.
Bajito me canta: La vidala tiene una copla. No se la van a quitar.
Bajito me canta: La vidala tiene una copla. No se la van a quitar.
lunes, 17 de mayo de 2004
Botella al mar: año cero
Este es mi primer mensaje. Pienso que es como tirar una botella al mar. Una botella que alguien recogerá y leerá, eventualmente. O no. Cuando era chica me gustaba el mar. Envolverme en esa espuma blanca que no siempre era blanca. Nunca navegué una embarcación muy importante. Sí leí muchos libros sobre barcos enormes y tormentas blancas. Aprendí también que las tormentas no sólo son patrimonio de los barcos. Se dan también en las hojas en blanco.
Vaya mi tormenta, pues.
Vaya mi tormenta, pues.
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