21/3/19

Los masajes, una danza

Ayer tuve un hermoso encuentro con Marce. Últimamente nos estamos haciendo un tiempo para vernos, intercambiar masajes, charlar un poco de cómo será este año, apoyarnos mutuamente. Debo decir que estos intercambios me están haciendo muy feliz. Ya es casi una rutina saber que la esperaré con el almuerzo listo y la tarde libre para que nuestras manos hagan el trabajo de masajear, tocar, contactar, presionar. Incluso estuve pensando en la necesidad este año de dejar ese espacio libre para este tipo de encuentros. Para practicar, buscar nuevas técnicas, ensayarlas como quien ensaya una coreografía. La vida misma se va desplegando como una coreografía inmensa de la que todos somos parte. Si dejás de danzar, te perdés.
Como sea, hay que seguir el ritmo de la vida.

17/3/19

The little sufferings

Sufrís, tenés dolor, la vida te pesa, las decisiones te pesan. Entonces vas y lo vomitás en alguién. Creés que eso mismo te alivia pero en realidad estás creando aún más dolor. Si supieras que no se soluciona con ese vómito catártico pero no podés verlo. Es ya un hábito que se te ha instalado.  Es muy dificil liberarse de un hábito, especialmente si creemos en lo más profundo que es un hábito correcto.

3/3/19

Visita al supermercado

Ayer venían unos amigos a comer a casa y queríamos a cocinar algo rico.
Para eso necesitábamos cosas que no solemos comprar a menudo. El plato que queríamos hacer llevaba pasta, langostinos, cebollita de verdeo, leche de coco, brotes de soja, curry rojo y ajo.
Es sabido que para hacer compras ecofriendly uno tiene que tener tiempo y la verdad es que no lo teníamos. De modo que no quedó otra que ir al santo santuario del capitalismo avanzado: JUMBO.
Fuimos con nuestras bolsas reutilizables y con la sólida decisión de no comprar pelotudeces y de cuidar el tema del embalaje. Todo un desafío ya que en estos emporios del consumismo todo viene empaquetado.
Conseguir langostinos no fue un problema. Y como venían frescos nos los envolvieron en la bolsita transparente (primer envase no reciclable). Nos quedamos prendados de unos boquerones a la pimienta que también venían en un envase plástico pero de los que se pueden reciclar. Luego fuimos a la góndola de los productos orgánicos. No había cebollita de verdeo. En realidad fue peor que eso. Había puerro que estaba etiquetado como cebollita de verdeo. ¡Resulta que la posverdad llegó a las verduras! Si a un puerro lo llamo cebollita de verdeo, ¿se transforma en cebollita de verdeo? No, amigos, claro que no. Terminamos comprando la cebollita de verdeo marca SONG que nos la cobraron como si fuera oro y que además venía empaquetada en una bandejita de poliestireno y envuelta en más plástico (segundo envase no reciclable).
Los brotes de soja (también marca SONG) venían envueltos en bolsa plástica (tercer envase no reciclable). Nos resignamos ya que todos los brotes vienen envueltos de ese modo. El que quiera brotes sin plástico tiene que germinarlos y nosotros no teníamos tiempo de poner a germinar nuestros porotos mung de cero.
No nos pudimos resistir a comprar un par de paltas ya maduras para el guacamole de la entrada. Nos abstuvimos de guardarlas en bolsitas. ¡Hiupiii, un envase menos! Peeeero estuvimos mal con el envoltorio de los nachos, tampoco se puede reciclar.
El siguiente paso fue conseguir leche de coco. La leche de coco suele venir de Brasil, país limítrofe con la Argentina (menos combustible para traerlo) pero hete aquí que además ¡había un producto traido directamente desde Tailandia! Momento de indecisión que terminó en que la botellita de vidrio brasileña le ganó a la latita tailandesa. Así que nos trajimos dos envases de vidrio con tapita a rosca de plástico. Al menos estos envases se reciclan.
La basura de hoy no me deja mentir. Ahí reposan los envoltorios muertos que la pobre tierra tendrá que absorver como pueda. Pero la bolsa de reciclables tampoco me deja mentir: las botellitas de coco, envases plásticos y tapitas a rosca ya están debidamente enjuagados y secados.
Se hace lo que se puede. Por ahora.
Amén.