26 de diciembre de 2013

Navidad reloaded

A mis viejos les gustaban los Reyes Magos y nos inculcaron el temita del pastito y el agua para los camellos. Igual, lejos estábamos de tener un pesebre. Todos agnósticos, judíos y ateos. Jesús era un hombre extraordinario, un revolucionario que pregonaba el amor. Y Barrabás un revolucionario que pregonaba la lucha armada. Y los hombres prefirieron a Barrabás. Hay que ver las cosas que uno escucha de niño, eh.
Los regalos, de todos modos, sí se esperaban con mucha ansiedad. Nos encantaba armar el arbolito pero Papá Noel eran mis padres, mis tíos y mis abuelos. Y estaba bien que fuera así. Me daban pena algunas compañeritas mías del colegio que no sabían la verdad y se creían la historia del gordo de rojo y blanco bajando por una chimenea. Eran las mismas que tampoco sabían lo que era la menstruación y creían que los bebés los traía la cigüeña.
Además sabíamos que los regalos costaban dinero. Entonces el regalo de mamá y papá era un regalo caro y el regalo de mis abuelos era pequeñito y barato (porque no tenían mucha plata) pero había que agradecerlo igual. A veces nos disfrazábamos nosotros e inventábamos personajes. Y siempre, siempre se cantaba y había música pero nunca jamás hubo pirotecnia.
Hoy, sin embargo, la Navidad vuelve recargada con familia distinta. Eso es lo que pensaba ayer mientras masticaba un turrón de esos con maní y pasta dura, delicioso. En mi familia ya no se come turrón pero parece que acá sí, todas las especialidades de la comida navideña: turrón, mantecol, garrapiñada, pan dulce. En fin. La Navidad no morirá nunca.



7 de diciembre de 2013

Neverending story

"Enigmático", dijo SAL. "¿No vas a escribir más?", dijo un anónimo. La palabra fin es una palabra compleja. Hay un fin cuando se piensa en un tiempo lineal. La línea del tiempo en historia, por ejemplo. La batalla X comienza en tal año y termina en tal otro y luego.... y luego habrá más batallas. Un gobierno se sucede a otro gobierno, una catástrofe deja paso a la quietud que luego devendrá en otra catástrofe, un amor se sucede a otro amor.... aunque, a veces, - hay que admitirlo- sea el mismo amor. Pero claro, no hay un fin.
No hay un fin rotundo.
¿Por qué?
Porque siempre está la espiral. Y como buena espiral nunca un hecho es igual a otro pero sí es más o menos parecido. Por eso las elicoidales son lo más. Al menos para mí.
Por eso, no me puedo ir a ningún lado.
Y sí... estoy divagando.
Hoy me dan mi mantra en un ritual que hacemos en el marco del profesorado de yoga. Suena bien lo del "profesorado de yoga" pero no crean que es muy institucional la cosa. Las clases son las prácticas de las semanas y una vez al mes nos juntamos a hablar durante cuatro horas de algún tema en particular vinculado a esta ciencia. Los yoga sutras de Patanajali, las diferentes escuelas del yoga, los maestros, cuerpo físico, mental y sutil, los chacras, budismo, hinduismo, taoismo, algunos principios del ayurveda. El año pasado nos dieron un nombre en sánscrito a cada uno. Yo me llamo Baghavad Dharma Ananda. Traducido podría ser: "el camino superior de la felicidad". Suena un poco pretencioso pero así son los nombres en sánscrito.
Este año ha sido ardua la caminata. Pero por nada del mundo la cambiaría. Todo lo que hice se queda conmigo. Estoy contenta. Como quien ha logrado una gran hazaña. Vencí muchos miedos. Me paré frente a lo que me gustaba, me deshice de adornos que me entorpecían, me puse cara a cara con un deseo largamente ninguneado.
Estoy contenta porque todo fue con buena leche.
Estoy contenta porque tengo salud, energía y amor para rato. Para muchas elicoidales más.
Así que diciembre, allá vamos.