31/10/20

Horizonte

Caminamos por la extensa explanada del vial costero de Vicente López. ¡Estamos vivos!, exclama nuestra amiga Ana a la que no vemos en carne y hueso desde antes de la pandemia. Dejamos que el viento nos abrace ya que nosotros no podemos hacerlo. Codito va, codito viene pero que sea el viento suave que sopla esta tarde quien nos rodee con sus brazos livianos. Por ahora nos tendremos que conformar con esa simple caricia.
-No se preocupen, el viento espanta el virus. 
Aún así caminamos embarbijados, sin tocarnos, botellita de alcohol en gel en el bolsillo. Mi cuerpo se mueve sin saber muy bien que hacer con tanto espacio. ¿Me he convertido en un animal de interiores? Eso está por verse. 
Dejamos atrás el miedo y nos entregamos al afuera, a nuestra amiga que se ha venido caminando desde CABA, a otros seres humanos que caminan junto a nosotros en esta tarde de sol. Una extensa marejada de cuerpos muy diversos, con barbijos, sin barbijos, algunos llevan mate doble, otros, más jóvenes (y con menos conciencia) toman mate compartido. 
-Yo quiero empezar a tomar al menos un colectivo cada tanto- nos dice Ana. 
Siento que en parte es una terapia. Volver al ámbito público, luego de tanto tiempo, acostumbrar el cuerpo a vincularse con otros, aunque sea este intento aséptico casi imposible porque la vida no es aséptica.
Como decía Galeano, el cuerpo es una fiesta.
Seguimos caminando, estoy embelesada. Mirar a lo lejos empieza a ser un privilegio de aquellos que tienen horizonte. Tener horizonte, en el medio de esta catástrofe ambiental, es casi una metáfora. Y digo casí porque la verdad es que hace mucho que no veo la línea del horizonte lejana, más allá de mi ventana a la que cada tanto digo, tengo que limpiarle los vidrios.






29/10/20

Una nave

 Abro las persianas de la habitación que supo ser alguna vez un estudio. Hoy es una nave con la cual sorteo el gran océano de las horas. El panel de controles está contra la ventana que da a un árbol. Hoy el árbol amaneció brotado pero los vidrios despiden un frío glaciar. ¿Qué estará pasando afuera? Aprieto unos botones y la máquina me da la información de la temperatura, el día, las horas. Siempre las horas. Abro el calendario donde se suceden las listas, los datos. Tecleo un título, programo una reunión y mando un enlace en el tiempo. Alguien del otro lado recibe el código, lo descifra y ahí vamos. En mi ventana aparece un ser humano listo para su clase del día. 

21/10/20

No se debe oponer resistencia a la corriente

En las páginas de mi edición Crónicas del pájaro que da cuerda al mundo hay muy poco subrayado. Casi diría que no subrayé nada. Fue un libro que devoré. La historia me atrapó al punto de sentirme yo misma Tooru Okada preparando espagueti a media mañana, planchando camisas para calmarse (a mi me calma planchar mis pantalones de shiatsu que son de puro algodón), buscando a un gato perdido, bajando por el pozo de la mansión de los Miyakawi, interactuando con todas esas mujeres raras: Kumiko, May Kasahara, Malta y Creta Kanoo, escuchando las predicciones del señor Honda. 

Sin ir más lejos, una de las enseñanzas del señor Honda me llegó tan profundo que la seguí al pie de la letra en varias ocasiones. 

"No se debe oponer resistencia a la corriente: hay que ir hacia arriba cuando hay que ir hacia arriba, y hacia abajo cuando hay que ir hacia abajo. Cuando debas ir hacia arriba, busca la torre más alta y sube hasta la cúspide. Cuando debas ir hacia abajo, busca el pozo más profundo y desciende hasta el fondo. Cuando no haya corriente, quédate inmóvil. Si te opones a la corriente, todo se seca. Si todo se seca, el mundo se ve envuelto en tinieblas"

Es el único subrayado de un libro extenso que contiene 681 páginas. Este subrayado me llevó al año siguiente a estudiar zen shiatsu. 

Así de importante fue el señor Honda, un personaje de un libro de Murakami en mi vida.  

20/10/20

Queremos tanto a Patti

Leo a Patti Smith y me entran unos enormes deseos de tomar café negro muy caliente. A la derecha tengo el mate recién hecho. No es lo mismo pero va a servir. 

Desde que leo a Patti Smith tengo sueños iridiscentes que no logro descifrar bien. Me despierto varias veces en la noche sintiendo la mirada de los muertos. La gata aprovecha para cambiar de lugar y su larga cola me estremece la piel. 

Nunca me interesaron mucho los viajes pero cuando leo a Patti Smith siento que viajar cobra sentido, que su mirada me transporta más allá de lo mundano, que en realidad sus viajes son la excusa perfecta para celebrar la amistad y la soledad, el amparo de las habitaciones de hotel, el desarraigo de las calles desconocidas, la luz que cae diferente en las páginas de los libros, el gusto amargo del café. 

Leo sus palabras y me entran unas ganas de escribir en cuadernos desprolijos, con letra pequeña y entrecruzada, quiero dibujar diagramas, hacer listas, sacar fotos, tocar la guitarra, amar mucho, desear el bien. 

19/10/20

Otro mensaje al mar

Hubo un tiempo en que fui hermoso y fui libre de verdad... No es verdad. Volvimos a la plantilla anterior. Este blog ha tenido infinidad de plantillas, se ha intentado adaptar a los tiempos de la nueva internet. Primero los monitores se ampliaron, después fueron cuadrados, rectangulares, que si la laptop o la máquina de escritorio. Pero hoy todo se resume a la pantalla del celular. Nadie lee blogs, hoy todos miran instagram. Así que me voy a dar el lujo de volver a la plantilla cómoda. 

Al final no estaba tan errada cuando escribí mi primer mensaje allá por el 2004. Un mensaje dentro de una botella bollando por el mar de la internet llena de datos. Mar de datos. Mar de mensajes. La nube de agua no ha de faltar.

16/10/20

Trashumante

Primavera rara. 
No llueve nada. Entonces tengo que salir a regar para que la tierra no se calcine. El verde se abrillanta, se impregna de ese olor a mojado que sale de las plantas que han estado mucho tiempo secas. Riego sin temor. Salpico con amor el limonero lleno de abejas que buscan el polen de sus flores. Se apaga el zumbido por unos instantes. Luego, vuelve el sonido acompañado de un batir de alas. Hay una telaraña perfecta y delicada entre las ramas que resiste el embate del agua y atrae el movimiento de los insectos pequeños.
Me siento como esa telaraña: delicada, resistente.
En equilibrio trashumante.

7/10/20

Me empecé a relajar y me contracturé

Me empecé a relajar y me contracturé.
Una contractura muy vieja que se empezó a soltar. Pero se ve que por algo estaba porque sostenía algo de mi estructura.
Así que anduve con los omóplatos sueltos y el cuello duro. Me río para no llorar. Bah, no, ya lloré un buen rato. Pero los sollozos me dolían así que tuve que respirar profundo para dejar de sollozar. Y como empecé a respirar profundo creo que se me alivió el dolor. Y es que me di cuenta de que me estaba riendo.
Y al reírme ya no dolía.