28 de octubre de 2006

Bienvenida a la docencia

Estoy preparando material, me dice. Y entonces descubro la mesa llena de cartulinas de colores y fotocopias recortadas. Ah, sí, me acuerdo de las famosas cartulinas, yo nunca las hacía. ¿No? No, es decir, sí, preparaba material pero nunca así. Nunca así. ¿Y vos? ¿Vos creés que enseñas mejor porque tenés muchas cartulinas de colores? No, no me mires así, no te quedes callada como una chica de laboratorio de idiomas. Yo sé que tu fe consiste en creer. Creés en la institución donde trabajás. Son un gran team. Eso es impagable. No importa cuánto te paguen en realidad porque estar en un team que funciona bien es impagable. Siempre quisiste formar parte de un grupo, ¿no? Te angustiaba no poder ser como los otros. Te angustiaba eso y ahora a cortar cartulinas de colores. Te angustiaba no estar a la misma altura, quizás había que estar más bajo y no tan alto. Más bajo, casi al ras de la tierra. Vamos que no es difícil eso. Para nada. ¿Para nada? No. Algo hay. Lo lograste. Lo lograste aunque hayas perdido un poco el brillo de los ojos. Y te hayas vuelto mecánica. ¡Pero lo lograste! A cortar cartulinas, sí. Y no me rompas la pelotas, Florencia.

5 de octubre de 2006

Huso horario

Estar trabajando y olvidarme de la hora. Un placer que no me sucedía hace mucho. Es obvio que la noche es mi compañera para tareas de máxima concentración. Cafecito batido y a otra cosa. No hay ruidos de obra, ni teléfono molesto, ni estómago que satisfacer. Hoy por la mañana era una zombi y aún así terminé las guías de comprensión, los textos horrendos que debo dejar para leer, la clase que debo dar hoy.
Algo importante a tener en cuenta. No me interesa más aprender conceptos porque sí. Me molesta mucho desperdiciar energía en textos mal construidos, poco claros y confusos.
Necesidad de parar el tiempo.
Necesidad de clasificar ordenar archivar repensar almacenar caracterizar pensar calmar escribir amainar retrucar devolver.
La hora al fin y al cabo siempre es importante