6/4/21

Viva el futuro

Abro los ojos antes de que el despertador suene. Son las seis de la mañana de un lunes pandémico. Hoy habrá muchos más casos que ayer y el número seguirá creciendo. 
Yo quiero estar tranquila. 
Es tan ridículo querer tranquilidad pero bueno, ahí está la exigencia otra vez. Me levanto, tomo un vaso de agua fría y nada más porque me dijeron doce horas de ayuno. 
Durante la noche transpiré así que abro el grifo del agua caliente y dejo que el vapor inunde el baño. El agua caliente desentumece mi cuerpo dormido. 
Para este estudio preciso ocho horas de sueño, dos horas de vigilia y media hora de calma antes de la extracción. Me pedí un auto para estar tranquila. 
Llego temprano, me miden la temperatura y me sanitizan las manos. El laboratorio está en el primer piso. Yo subo por la escalera. Desde hace un año que no uso ascensores. 
Son pocas las personas en la sala de espera. Hay una ventana abierta. Mi credencial digital se traba y el sistema me pide que la renueve. Me manda un código al mail. Copio, pego, envío y pienso: viva el futuro. Termino el trámite y debo esperar a que me llamen. 
Me inunda una sensación pacífica. No hay nada más que hacer. Cierro los ojos, me entrego a este momento. No me molesta que me saquen sangre. Soy una persona de venas fáciles de encontrar. En eso tuve suerte. También es cierto que tengo mi pequeño ritual para que todo salga bien. Es muy simple. Cierro los ojos y saludo a mis células. 
De pronto me llaman, paso a un cubículo adornado con flores de papel en las paredes. No hay ventanas, sólo luz artificial. El enfermero es joven y de manos suaves. En un santiamén todo se ha acabado. 
Salgo a la calle. No desayuné. Antes te daban un cospel  para un café de máquina y un alfajor. Ahora ni eso. Camino unas cuadras. Varias cuadras. El sol de la mañana es tan agradable. Las calles están llenas de personas con barbijos. Los locales aún están cerrados. 
Llego a un café con mesas en el exterior y me siento. El día recién comienza para algunos. 



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