31/5/24

yoga

Va a cumplir ochenta años y nunca hizo yoga. La mandó el médico. Camina con dificultad, la cabeza ladeada hacia un costado, los hombros desparejos, tiene los arcos de los pies vencidos. En la medida en que veo que sigue volviendo a las clases la voy tocando mas y su cuerpo responde. Su columna comprende, sus manos se suavizan, también sus facciones. Se mueve torpemente. La ayudo acercándole una silla, un almohadón. Respira corto y entrecortado. Pero un día comienza a comprender, algo, una inteligencia dentro suyo se despierta. Le cambia la voz, la mirada. Se mueve con más soltura. Otro día descubrimos que tiene una pierna más corta que la otra y que eso le produce un desbalance en toda la estructura del cuerpo. 

Ese día, al terminar la clase me dice que sus hijos le preguntaron por la clase de yoga y que ella les contó de mi. Los hijos querían saberlo todo. Y ella fascinada les cuenta que soy amorosa, que conmigo siente que no se va a lastimar nunca, que me tiene plena confianza, que desde que viene ya no le duelen tanto las rodillas y está de buen humor. Sonrío pensando en esos hijos.

Me gusta que mis prácticas estén abiertas a todos. Me costó mucho llegar a este punto pero a lo largo de los años creo que logré un balance. Que no importe la edad, la flexibilidad, la forma del cuerpo, la forma de ser, la clase social, la inteligencia o la belleza. Son prácticas que que todos pueden experimentar. Si puedes respirar, puedes hacer yoga, dijo alguna vez Sri Krishnamacharya. Por eso sigo sus enseñanzas, sigo aprendiendo de su legado. 

27/5/24

un 25 de mayo poco habitual

 Sueño que estamos habitando una casa llena de gente. Por la noche habrá una guitarreada a modo de festejo. Me dicen que por qué no preparo alguna de las canciones que solía cantar cuando era joven. Me voy con una guitarra a una habitación a tratar de recordar la letra. En el sueño la canción es confusa. Pero en un momento descubro que la canción que yo cantaba en castellano y que pensaba que hablaba de amor en realidad es una canción originalmente escrita en alemán y que habla de pedofilia. El impacto es inmenso. Me niego a cantar esa canción. 

Cuando me despierto reconozco que la canción del sueño es "Serenata para la tierra de uno" de María Elena Walsh. Y pienso, qué atinado todo realmente. Porque la patria no es otra cosa que una casa habitada por un montón de gente. Y esa casa está siendo ultrajada una y otra vez por quienes dicen amarla. 

25/5/24

Vino Mariano a arreglar unas cosas en casa y está hace horas arreglando la cumbrera del techo por donde caía una cascada de agua cada vez que llovía y pudría los cabios de madera. También había una grieta en la pared del fondo. Es una grieta antigua, me dice. Es de antes de que hicieran la casa. Mariano se sube al techo,  se mete por atrás para ver que hay del otro lado y me explica que los vecinos le metieron membrana. "Se ve que la grieta estaba de antes pero estos tipos metieron ladrillo hueco, pensaron que con la medianera del vecino aguantaba pero algo más tener que poner para que la grieta no siga trabajando". Hizo varias llaves y luego rellenó con fierro y mucho cemento. Al menos por ahí ya no va a entrar agua. Pero la palabra grieta queda resonando. No hay caso. Mariano habla y yo pienso en el país, que le entra agua por todos lados, se pudre la comida que no llega a las organizaciones sociales, cierran las fábricas, despiden empleados, los servicios suben, todo se va a la mierda porque la grieta siguió trabajando en el ladrillo que estaba hueco. 

24/5/24

que ves el cielo

 8:01 de la mañana. Nico acaba de salir con el auto rumbo a su trabajo. Estoy sentada frente al escritorio con un mate calentito en la mano traduciendo mi primer sutra de Patañjali. Tengo una hora para sumergirme en el mundo del sánscrito y ya después llega Mariano a arreglar no se qué del techo. Pero entonces suena mi celular. Debe ser Mariano, pienso, que llega más temprano o que se le hizo tarde o que se agarró dengue otra vez o vaya uno a saber qué. Pero no. Es Nico. Nico me llama al celular. Pienso, le pasó algo. Atiendo con un poco de temor. Amor, ¿pasó algo? Me responde: la luna, se ve la luna redonda, hermosa, espectacular ¡y son las ocho de la mañana! ¿Para qué lado?, le pregunto confundida. Estoy mirando por la ventana que da al este y veo que el sol empieza asomar todo rojo entre las nubes. ¡Subí a la terraza, mirá para el lado de panamericana! Ah, Panamericana es el oeste. Cambio de ventana. La luna se ve majestuosa, redonda y blanca. Y sí, son las ocho de la mañana de un viernes, aún Nico me llama para compartirme estas cosas y tenemos la suerte de tener ventanas que dan a ambos puntos cardinales.