Reconozco que tengo algunos problemas con la palabra "espiritualidad" porque siento que se la ha bastardeado muchísimo. Pero aún así, siento que esta traba es mía y que debo desarticularla para no perderme de otras cosas que la espiritualidad conlleva. Me reconozco en este intento de búsqueda, en no dejarme atrapar por palabras que erigen teorías hermosas sino en más bien bajar esa información a una posible práctica, a la vida diaria, a lo que está a la mano.
Hoy escuchaba a un doctor que hace muchos años acompaña y escucha a pacientes que han vivido experiencias cercanas a la muerte. En un momento dado dice que cuando uno toma conciencia de que existe un principio creador llamado (insertar aquí el nombre que desees según tu cultura/religión, etc) surge la necesidad de volver al origen. La espiritualidad, entonces, sería "la necesidad imperiosa que siente un individuo que ha contactado con su supra-conciencia de volver al origen". Y acá se plantea el interrogante de qué es el origen porque otra vez las palabras remiten a otras palabras. En este caso se refiere a la conciencia primera o la inteligencia primera, el principio de todas las religiones (cada cual lo llamará como pueda según con qué o quién se identifique). El problema con la religión, continúa diciendo este doctor, es que la hacen los hombres (los egos) y entonces se constituyen dogmas o pautas que incluso van en contra del mismo principio de la religión. Entonces las religiones pueden servirte un poco pero no sirven del todo. Esa sería la diferencia entre espiritualidad y religiosidad.
Nunca me consideré una persona religiosa. No me criaron bajo ninguna religión. Pero nunca me reconocí atea tampoco. Crecí rodeada de muchas personas que dicen diariamente que Dios no existe. Otra vez el problema de las palabras. Dios para mi no significa nada. Pero cuando hace muchos años atrás descubrí el Tao y la energía vital (Qi) y luego de la mano del yoga el Prana, los Vayus (alientos) y por supuesto... Brahman... todo adquirió otro color. Porque no se trataban sólo de palabras escritas o pronunciadas por alguien sino de experimentar algo que me estaba sucediendo a mi. Desde muy pequeña siempre tuve la sensación de que había algo más que el mundo material que podemos ver, palpar, sentir. Lo sentía cuando estaba cerca de la naturaleza. Como si la naturaleza fuera algo más de lo que se mostraba. No podía darle nombre a eso. Pero sabía que estaba. Lo podía percibir en el sonido, en el canto de los pájaros, en el murmullo del agua, en el canto de mi madre y en el descubrimiento de mi propia voz cuando cantaba. Tal vez por eso el mundo de las palabras tuvo para mi ese encanto particular desde siempre. La palabra que se podía cantar pero también aquella que narraba y enlazaba historias.
Hoy canto para estar cerca de Dios, no me da vergüenza decirlo. Para celebrar su presencia en todo lo que existe y nos rodea. Para celebrarte y celebrarnos. Me abro a eso que sucede cuando canto. Por alguna causa que desconozco resueno con las palabras en sánscrito y el canto védico. Quién sabe qué semillas estoy recogiendo. Sólo sé que cuando comparto esos cantos algo hermoso sucede.
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