Se me acaba de caer el mate en las sábanas. El cuaderno azul donde a veces anoto cosas está empapado de un líquido verde. Se me caen muchos mates últimamente. Abro el cuaderno azul empapado y miro qué escueto se ha vuelto todo. Anotaciones rápidas, nada muy importante, poca curiosidad. Me acuerdo de épocas en las que anotaba todo, recreaba escenas, diálogos, imágenes, sensaciones. Atesoraba las anécdotas para después. Después... Hoy leo esas imágenes y pienso en que no todo es cíclico después de todo. Hay sensaciones que no volveré a tener. Hay lugares por los que ya no volveré a pasar. Hay personas que no volveré a encontrar. Y está bien.
Hoy el cuaderno azul es más un ejercicio de ablandar la mano que otra cosa. No me gusta sentir que dependo de un artilugio tan complicado como una computadora para plasmar palabras en una superficie. No me gusta aunque es así, es lo que está sucediendo. El cuaderno azul, bien gracias.
Yo quería aprender encuadernación para hacer mis propios cuadernos pero luego desistí. Una de las cosas que me suceden cuando me regalan un cuaderno muy bello es que no quiero usarlo. Yo uso los cuadernos azules, verde o rojos Rivadavia. Renglones derechitos, bien escolar todo.
Miro mejor. Pienso que el agua derramada decolora los renglones derechitos.
Y ya no parece tan escolar.
3 comentarios:
Me da risa cuantas coincidencias tenemos hoy. Yo también tengo un cuaderno azul, pero el mío es liso para plasmar mi lápiz como se me antoje. Este finde acabo de tirar los diarios que solía escribir en mi adolescencia... muchos paisajes, amigos, fotos, amores y cosas que ya no volverán... mientras los embolsaba con decisión los espiaba para ver si algo de aquella época volvía. Mejor no vivir de los recuerdos.
Un beso (^v^) y suerte en esas soñadas vacaciones!!!
A veces pienso que es mejor escribir en lápiz, para evitar estos accidentes..., no siempre hay una máquina de estas para escribir, por eso llevo el cuaderno, naranja.
Me anoto con un cuaderno Rivadavia color rojo. A mi esposo le compré uno color verde. Tapa dura.
Hace como un año, luego de cambiar mi paradigma interior, releí cosas que había escrito allí y me parecí tan insensata, tan chiquilina, tan insoportablemente ombliguista que arranqué todas las páginas, las rompí y las tiré. Si Dios quiere: eso nunca más.
Y así soy yo, como mi cuaderno. No tan impecable, evidentemente presa de momentos devastadores, pero que limpiaron mi ser.
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