20 de noviembre de 2011
La voz, las manos
En el medio de esa danza de manos que tamborileaban -manos juntas, palmas atemperando parches- había también voces, eran las almas de quienes tocaban. Yo sostenía una marimba pero ella me pidió que cantara. Solté la voz como si de un pájaro se tratara, no sabía a dónde volaba ese pájaro pero volaba y -por dentro- temblaba. Otra voz se unió a la extraña danza y las manos eran tantas y tantas y tantas que enseguida supe: el canto del alma jamás sería solitario.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Atajar
Cuando estás de malhumor, cualquier cosa que yo diga va a estar mal. Entonces salgo a la calle a soltar amarras y dejar atrás tu enojo. Me ...

No hay comentarios.:
Publicar un comentario