10/8/17

Un fémur para Mani

Ayer al mediodía una vecina me tocó el timbre preguntándome si yo tenía un gato blanco. Mani estaba en su casa herido. No podía moverse y lloraba mucho. Estaba postrado en un rincón y tenía una herida en el flanco trasero. Fui a buscarlo, lo envolví con la frazada y lo traje a casa. Tenía las pupilas dilatadas, temblaba y no podía pararse. Temí lo peor. Su veterinario estaba de vacaciones así que me tomé un remise y me fui con el gato en brazos, envuelto en la frazada, a la veterinaria que me recomendó mi vecina. 
La doctora, una genia. Lo atendió enseguida y su primer diagnóstico fue fractura de fémur. Le dio un analgésico y un antiinflamatorio. Nos dejó un rato en una salita a solas para que Mani se recuperara del dolor. Luego lo volvió a examinar. Nos mandó a hacer unas radiografías para descartar que hubiera algo en columna. Luego de un intenso periplo volvimos para casa. 
De lo que sí estamos seguros es que a pesar de este desastre Mani tuvo mucha suerte.
Tuvo mucha suerte porque la vecina que lo encontró (en su jardín) lo reconoció como mi gato y tuvo la amabilidad de venir a tocarme el timbre. Tuvo suerte de encontrarme ya que en ese horario yo no suelo estar nunca. Tuvo suerte después cuando llamé a su veterinario de siempre y estaba de vacaciones pero en el medio de la desesperación mi vecina me indicó a qué veterinaria llevaba a su perrita. Y allí fue la suerte más grande porque la conocimos a Sonia.
Y si ustedes vieran como Sonia lo trató a Mani. La delicadeza, el amor, la sensibilidad. Resolvió mil cosas, nos facilitó los turnos para el radiólogo, el cardiólogo, consiguió un sobreturno para la cirugía, nos explicó paso por paso cómo inyectarle el tramadol y los antibióticos y la dexametasona. Nos explicó cómo darle agua con una jeringuita. Respondió todas las preguntas tontas que le hice. Nos escuchó con el corazón y nos guió con dulzura y atención plena.
Mani tuvo mucha suerte.
Hay una imagen que me ha quedado grabada de todo este proceso. Nico y yo, enfundados en delantales de plomo, en una sala fría, sosteniendo al gato mientras le sacaban las placas para corroborar que sólo fuera una fractura de femur. Y el gato, un santo, se dejaba hacer todo. Nos miraba desde la espesura de los analgésicos y nos guiñaba los ojitos como diciéndonos, todo va a estar bien, chicos. Qué suerte que tengo de tenerlos.

1 comentario:

Irene dijo...

Hace un rato vi un tuit de mi gato dinamita y supe enseguida que hablaban de tu gatito. Te mando un beso enorme!!