Abro el cuaderno que me llevé para escribir lo que viviríamos en este mes de enero pero no encuentro allí lo que quiero escribir. Ese cuaderno relata algunos hechos de manera fehaciente, calculada, con adjetivos rápidos y poco exactos. No quiero hablar de actos, lugares, rutas, números. Son 9100 kilómetros en este enero largo. Y dos pajaritos que matamos en la ruta. Y dos mulitas que encontramos a un costado del camino. Y varios ñanducitos con sus madres.
Cierro el cuaderno y noto que sus tapas están maltratadas por el sol, el agua, el aire de montaña. Noto que allí, en minúsculas capas de polvo se encuentran los caminos caminados con mochila al hombro (y en esa mochila iba este cuaderno). Allí están las Torres del Paine, las verdaderas. Quizás haya un átomo de esas murallas lisas, silenciosas, eternas. Y también algo de sal del estrecho de Magallanes, algunas algas del canal de Beagle, escarcha y hielo de los campos de hielo de la Carretera Austral, polvo del glaciar Perito Moreno.
Fugaces nos íbamos moviendo, rizomáticos, clavándonos en un sitio para ya desclavarnos y partir. Trazamos nuestros propios mapas, había que ser originales para huir de las hordas de extranjeros y argentinos. Nuestro itinerario se iba volviendo absurdo y caótico como un río salido de su cauce.
Rumbo a Ushuaia: acampando en Monte LeónHola, amigo, ¿estás solo?por fin cruzando el Canal de Beagle
¡Llegamos a Ushuaia para el cumple de Mariana!Ushuaia: panorámica de la ciudad
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