Por la noche vientito fresco y estrellas en la bóveda porteña. Ninguna actividad salvo tomar ese colectivo como a los 18 años y mirar por la ventanilla. Bajarse en Plaza Italia y caminar despacio hacia los lagos, sintiendo como las sandalias hacen cruje-cruje y la noche sigue liviana. La voz de La Negra se escucha desde mucho antes de llegar. El lago está tranquilo, levemente rizado. Las canciones me hacen sentir en otro siglo. La Negra desentierra canciones y desentierra los años. Lustrosas, con olor a humus.
A las once la fiesta musical termina. El lago sigue rizado, guarda el secreto de los miles que corearon con Mercedes que la cigarra canta al sol.