Sobreviví a la masacre del lenguaje de la primer semana.
Las cuatro horas con los brasileños se llevan maravillosamente. Me enternecen sus nasalizaciones, sus movimientos, sus neologismos. Pero las cinco horas con los alemanes se tornan claustrofóbicas. No son malos pero son muy duros. Todos alemanes del Este. De Berlín. Hablar del muro es complicado cuando no tenés vocabulario. Tuve que enseñarles la palabra "muro".
Lo que en verdad cansa es que no hay intimidad. No hay lugar dónde estar unos minutos solo o con colegas. Nuestra sala de profesores se asemeja a un pasillo donde sólo hay una fotocopiadora, un perchero, un escritorio abarrotado de papeles y ninguna silla.
Apenas termina la clase huimos a la vereda.
Literalmente huimos de la avalancha de simpatía y amor de nuestros alumnos.
Permiso, que tengo que sacarme la sonrisa.
1 comentario:
Siempre se necesita un hogar, aunque sea de paso.
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