¿Duermen tus dioses?, me preguntan en una carta.
No.
No duermen.
En la duermevela encienden los cirios que alumbran el camino de los fueguitos mínimos. Los fueguitos de la madrugada que al mediodía son el fuego necesario que pide tormenta.
No es contradicción, saravá.
Cómo los fueguitos mínimos devienen en llamarada espesa.
¿Cómo es la chispa que enciende el cirio en la madrugada?
No quiero saber.
Mis dioses no duermen.
Yo sí.
1 comentario:
Bellísimo texto.
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