Enero trae trabajo y yo sólo quiero irme al mar. Tengo saudades de la playa y unos tambores que nunca toqué pero que los siento tan adentro de la sangre como el brebaje que ahora estoy tomando. Tengo saudades de la sal ardiendo en la piel, las algas pegadas al pelo mojado, la arena caliente en la planta de los pies, la libertad de ver el horizonte sin que nada lo detenga. Qué suerte que no se puede construir en el océano.
Escucho The Chieftains. Es adecuado para que la lluvia caiga de una buena vez sobre nuestras cabezas.
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