22/5/11

Villa Amalia (2009)

"No tengo familia", dice Anne. "Pero no es malo no tener una familia".
Un departamento blanco, iluminado. Varios pianos negros. Uno de cola, bellísimo. Ella compone música (¿quién escribe la música que compone Anne?). Realiza conciertos en Francia, Alemania, Inglaterra. Ella es Isabelle Huppert. Blanca su cara, pálidos los labios, una blancura que da un poco de miedo. ¿Estará viva? Lo está. Pero hay algo triste en el fondo. Hay una biblioteca con estantes blancos y muchos volúmenes. Y eso también da tristeza. Y los grandes ventanales siempre salpicados de gotitas de lluvia. El clima da frío. Anne siempre lleva un impermeable ajustado a la cintura. Me gustaría llevar un impermeable así, pienso. Y saber tocar un piano de cola. Pero la película empieza con un traspié: Anne se entera de que se marido la engaña. Eso parece importarle poco en realidad. Si quiere desaparecer o romper con su pasado poco tiene que ver con esta traición. Es algo más profundo que la película irá develando. Hay un amigo que aparece y la ayuda en este deseo. Benoit Jacquot podría haberle dado un poco más de protagonismo a este personaje quizás. Porque el protagónico se lo lleva Huppert con su cara blanca, sus pómulos inmaculados y sus labios pálidos. Tan francesa, fría y cortante por momentos, por otros lánguida. Anne quiere desaparecer. Vende su depto, sus pianos, sus libros, vacía los estantes de la ropa de su pareja y tira todo en los contenedores de basura. Antes de irse va a visitar a su madre y luego la vemos ante una pequeña lápida. Pensamos, será un hermano que murió joven. Y ciertamente lo es.
Finalmente Anne desaparece.
La vemos caminando por las callecitas de Italia luego de un breve periplo. El sol de Italia le da una vida a las cosas que no se puede creer. Anne camina y ha dejado su impermeable atrás. Lleva un vestido de esos que sólo se pueden usar con sol. Y encuentra una casa arriba de una montaña o un cerro. Allí encuentra el sol, una cama, una mesa para escribir y alguien (una mujer) que la ama. Esa casa se llama Villa Amalia.
Pero su madre muere y tiene que enterrarla. En el entierro aparece su padre al que no ve hace años. Su padre: judío y músico como ella, que la ha abandonado junto con su madre y su pequeño hermano. "No soportaba los gritos, tu madre gritaba mucho", le dice el padre a Anne. Están en un pequeño restaurante comiendo langosta. Ella lo mira azorada. "Podrías haberte comportado como la gente normal", le dice. "Es que la gente normal no existe" replica él.

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