Yo tengo mis refugios. Lo sé. Escribir es un refugio, leer un libro es otro refugio, la butaca del cine es un refugio al que ahora pocas veces voy, el 
abrazo de N es un hermoso refugio, la palabra de un amigo es otro y así.
El psicoanálisis fue un refugio durante mucho tiempo. Comencé en 
noviembre de 2008, en el medio de una de las crisis más fuertes de mi 
vida. El mundo que conocía había estallado en pedazos. Ya había 
estallado antes pero yo no podía asimilarlo. Había 
estallado con la irrupción de un deseo nuevo en mi vida. Y con la lenta pero 
clarísima separación con G que yo me negaba a desear pero que 
inexorablemente estaba pasando. Se revelaba en todos mis movimientos.
Y gracias al psicoanálisis siguió estallando. También florecieron otras cosas: un amor nuevo, amigos nuevos, el shiatsu, la energía, el amor, 
el inconsciente, los sueños reveladores. Todo se fue develando como en una película. 
Y sucedió lo que tenía que suceder: crecí. Y como crecí, el diván en el que me acuesto me 
empezó a quedar chico. Cuando los pies sobresalen de la cuna uno quiere 
cambiarse a una cama más grande.
Así me está pasando a mí. Eso es lo que siento.
Mi psicóloga piensa que estoy reticente. Yo pienso que la reticente es 
ella. Que no me deja ir. No sé como funciona el psicoanálisis en 
esto de los finales pero es algo que tendremos que hablar. Tengo la 
sensación de que que nuestro lazo ha dejado de ser interesante.
Claro que puede que me equivoque pero no lo sé. Tal vez sea que estoy 
reticente a decir "algo" que no quiero decir.
Bueno, veremos. 
Por suerte existen las palabras para decir todo esto. 
1 comentario:
Hay un momento tambien para soltar esto.
te extraño!
y PD: saca la verificacionnnnnnn!
Publicar un comentario