Por Alicia Hamm
La muerte no existe...(risas). Lo que existe es la vida eterna. Nosotros
 somos inmortales, somos dioses que habitan un animalito. Entonces mi 
cuerpo animal es un vestido. Y como todo vestido cambia con el tiempo, 
se gasta... un poquito.
Llegará el día en que haremos como los 
elefantes... pasaremos por una puerta de luz y dejaremos caer el 
vestido. A eso la gente le llama un cementerio de elefantes. Pero no es 
un cementerio de elefantes, es un portal, los elefantes lo ven. El 
elefante cuando se da cuenta de que le ha llegado su hora ve esa puerta 
de luz, va allí y cuando pasa deja caer su vestido material. Por eso es 
que ahí quedan amontonados los huesos. Es otra forma de explicar las 
cosas. 
 La explicación tiene mucha magia. Entonces depende de cómo 
te lo expliques recibes fuerza de la explicación o te amargas. Entonces 
¿cómo te explico la muerte?
 Imagínate lo que pasa por la noche. Tú 
te acuestas en la cama, cierras los ojos, tu cuerpo animal está cansado,
 necesita relajarse, dormir. El cuerpo duerme pero tú no. El cuerpo 
astral se levanta de este cuerpo cuando él ya está bien dormidito y se 
va por ahí de aventura. Entonces tú sueñas, visitas gente, te confrontas
 con tus miedos, y, gracias a Dios, te confrontas allí con tus miedos y 
no aquí. Pasas por tus aventuras, te confrontas con personas, 
discusiones o problemas que no resolviste en el día a día... o también 
te encuentras con seres que ya se marcharon, las almas de tus familiares
 fallecidos... o recibes enseñanzas. Es todo un mundo, toda una 
dimensión la del sueño. Y en esa parte de la vida el cuerpo no 
participa. Durante ocho horas del día nosotros tenemos una vida en otra 
dimensión donde el cuerpo no participa. Eso es un regalo de la Madre 
Tierra para que nosotros practiquemos vivir sin cuerpo.
Nosotros 
trabajamos mucho con el sueño, tenemos toda una escuela del sueño en la 
que tenemos tareas que realizar para aprender a soñar de una forma más 
consciente, más lúcida y también para recordarlos durante la mañana y 
poder trabajar con ellos en el día. Tratamos de llevar los problemas de 
esta realidad material a la realidad onírica para solucionarlos allí y 
luego traer soluciones de vuelta a nuestra realidad material. 
 Esto 
sería ideal si pudiéramos hacerlo también cuando nos vamos. Si morimos, 
sería ideal poder llevar esta realidad de aquí al otro lado, encontrar 
soluciones allí y luego reencarnar trayendo aquellas soluciones para 
ayudar a la realidad de aquí.
 Un chamán tiene que haber pasado por 
la experiencia de la muerte. Un chamán tiene que haber muerto, haberse 
ido para el otro lado y traer noticias, mensajes, haber sido testigo de 
que la otra realidad existe. Y venir y contarnos lo que hay más allá de 
esta realidad, luego de la vida física. Esa es la razón por la cual 
cuando nosotros hablamos de la muerte no le tememos. No le tememos 
porque la conocemos. Yo entiendo que la gente que no ha pasado por la 
muerte tenga que creer de una manera ciega. Pero yo no tengo que creer 
de una manera ciega, no tengo que creer nada. Yo sé. Entonces a mí no me
 atemoriza la muerte. Me atemoriza tener que morirme ahora porque no 
tengo ganas de morirme ahora. Si me dijeran que tengo que irme ahora... 
yo lo llamaría al hermano Muerte que es un Ángel de luz, es un ser 
precioso (no es ningún ser negro con una calavera, es un ser que te abre
 una puerta... que te ayuda) y le diría: mira, te sientas un ratito ahí 
que aún yo no estoy lista. Yo creo que se puede hablar con la Muerte y 
que la Muerte no viene porque sí. La muerte viene porque el alma, el 
gran Espíritu o Dios o los Consejeros del alma, deciden que ya está bien
 y que mejor se van ahora.
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