24/2/21

Último día de práctica

Última clase de práctica. Yo ya decreté que no importa como salgan las cosas, que mañana (por hoy que es jueves) doy el examen y que sea lo que tenga que ser.
La calle está más bulliciosa que nunca de modo que tardamos más en llegar a la callecita donde practicamos las maniobras. La calle está bastante maltrecha y abandonada. No hay ningún tipo de señalización. Baches, charcos, una nube de mosquitos (estamos cerca de río).
Quique se baja del auto y pone los conos.
-Vamos a hacer primero marcha atrás y slalom.
Nico llama a Quique el señor Miyagi de los instructores de manejo. Wax in, wax out! Es un señor que combina una paciencia extrema con una precisión propia del elemento metal. Por decirlo mal y pronto: no te deja pasar una. Y nunca te va a decir un elogio porque sí. A lo sumo un: hoy estacionaste bien. Pero eso es todo. Un día, eran comienzos de febrero le dije: Quique, decime que me salió bien, ¡hoy me salió bien! Y él se reía bajito. Es que yo soy muy estricto.
Ahora lo veo ubicar los conos desde mis espejos. A mi izquierda los conos chiquitos color naranja (porque Quique detesta los conos altos, dice que es un error aprender con conos altos porque no es necesario "ver" el cono). A mi derecha algo que parece un cordón amarillo, despintado y lleno de yuyos.
-Bueno, dale con la marcha atrás. Y acordate de hacerlo lento.
Empiezo a ir marcha atrás y veo que hoy la tengo difícil. La calzada está hecha percha. El auto va dando zancadas suavecitas pero derecho. Cuando llego al primer cono, paro.
-Quique, si hoy me salen los conos con esta calzada tan desnivelada me tenés que felicitar.
Él se ríe. Me mira y murmura, dale, embrague primera.
-Hoy no me digas nada. Mirá que mañana en el examen no vas a estar al lado mío diciéndome lo que tengo que hacer.
No me dice nada. Ni sí, ni no. Ni lo vas a dar bien, quedate tranquila. Nada.
Hago conos, el auto va lento y fluido pero él tiene algo para corregir, siempre hay algo más que aprender. Trato de no escucharlo. Ya no puedo recibir más información. Al repetir, cada vez que voy marcha atrás siento el desafío de llevar el auto derecho porque hay dos baches fuleros que no puedo esquivar y no es culpa de nadie. La vida.
La vida es esto también. Ir marcha atrás y que te toquen dos cráteres de mierda y aún así, vos no te salís del camino.
Cuando me toca estacionar hoy me sale particularmente bien. De verdad, me sale muy bien. En tres maniobras. Me hace hacerlo cuatro veces. Ya a la cuarta me da una indicación de esas que sólo sirven para la calle, no para el examen.
Al terminar me hace volver haciendo esas maniobras que cada vez disfruto más, especialmente en una calle desierta donde no hay autos estacionados de los dos lados. Marcha atrás, ir doblando hasta enderezar a trompa y luego primera, segunda y ya estamos saliendo de ese descampado horrible.
En el medio de un semáforo me pregunta si me acuerdo el tablero.
Este Quique. ¿Justo ahora querés que te diga el tablero del auto?
Bueno.
Al terminar la clase entramos en el estacionamiento donde la empresa guarda los autos. Me deja estacionarlo a mi. Me va indicando cómo hacerlo. Lo tomo como un elogio inmenso. Hasta ahora cada vez que entrábamos tomaba el mando él. Esta vez lo estaciono yo.
Cuando nos despedimos no me dice: te va a ir bien, vas a ver, tenete fe. No, nada.
Me dice: cuando tengas tu licencia nunca jamás dejés el auto. Siempre, todos los días, aunque sea sacalo a dar una vuelta.
Me dan ganas de abrazarlo pero... Covid.

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