Nos fuimos unos días a Mar del Plata sin pensarlo mucho. Vimos que teníamos una ventana posible de tiempo en nuestra rutina y decidimos aprovecharla. Pensamos una ciudad donde pudiéramos caminar, comer rico y sentirnos livianos. Además Mar del Plata tiene mar y todos sabemos que hermosa puede ser fuera de temporada. Queda cerca de Miramar, lugar a donde se fueron a vivir unos amigos que extrañamos mucho. Así que metimos algo de ropa de abrigo, libros, el equipo del mate, sus habanos. Yo me separé mi cuaderno de hojas lisas para garabatear pensamientos, ideas y soltar la mano. Y salimos a la ruta.
De casualidad, justo por esos días leí en una story del instagram de @chicaeléctricaa una frase de Edgardo Cozarinsky sobre los cuartos de hotel que me impactó: "En un cuarto de hotel me siento liviano, como si pudiera reinventarme. Desde la cama, antes de dormir, miro a mi alrededor y nada me anuncia cómo será el día siguiente, me parece posible postergar los fantasmas que no puedo liquidar, y confío en que el sueño no los invite". ¡Quién pudiera cada tanto tener esa experiencia! ¿Y por qué no? ¿No era acaso lo que estábamos haciendo? Cambiar de ciudad, caminar calles, edificios, cafés, dormir en una cama neutral (sin el gato), con sábanas blancas, calefacción central, un baño inmaculado y cuatro días por delante de libertad para que surja lo inesperado. Nada allí anuncia la rutina del día siguiente. Por el contrario, esa habitación que nos hemos conseguido podría estar en cualquier ciudad como la hoja en blanco de cualquier cuaderno, simplemente una hoja lisa para ir soltando la mano.
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