26/4/06

escritorios

Mi escritorio durante el día nunca tiene silencio.
Eso no es un problema.
El silencio se fabrica con otros ruidos y ya.
Las noches de la semana se componen de ruiditos pequeños, susurrados y contenidos. Me enternecen. Nada que ver con los fines de semana bullangueros y chingones.
A veces me quedo escribiendo hasta que una madrugada gris me avisa que el silencio ha terminado: trenes, escobas que barren y el clach, clach, clach del ladrillo que canta.
Mi escritorio es tan ruidoso como lleno de papeles y libros y fotos y cartas y lapiceras de las que andan y de las que no. Y también está mi pluma azul. Una vez contaré la historia de mi pluma azul. Marcos recordará esta pluma pues la tuvo durante un buen tiempo en su poder. La pluma azul es tan maravillosamente azul y tan maravillosamente pluma que cuando uno escribe con ella se siente Belgrano (Hans dixit).

Pero ¿cuántos escritorios he tenido verdaderamente?
Muchísimos.
Y los he tenido alquilados también.
Para mí un escritorio alquilado son todas esas mesitas de cafés por las que a veces he tenido que deambular haciendo tiempo o que he buscado por el sólo placer de sentarme a leer con un buen expresso al costado de mi libro.
He traducido pequeños fragmentos de la República de Platón en cafés atestados de gente, desbordantes de líquidos y olores ciudadanos.
La polis en todo su esplendor.
He escrito mi primer cuento de verdad a los 19 años en una mesita de un café de la facultad -Vitraux para ser más exacta-, y en tinta violeta (las pilot no eran tan caras como ahora).
He estudiado en una mesa de cocina que me hice subir a mi cuarto de soltera y que coloqué en el centro de dicha habitación y en donde descubrí las mejores páginas de un escritor como Reinaldo Arenas.
Y la cama como escritorio, claro. Los mejores poemas en la cama y al lado de Guille.
Mi escritorio de haya data de 1999.
Lo compré con la plata de los conciertos que dábamos por ese entonces con El cantar tiene sentido.
No me compré el micrófono que todos esperaban. De hecho, seguí huérfana de micrófono durante años.
Me compré este escritorio.
Amarillo, cálido, redondeado.

3 comentarios:

Juan M Tavella dijo...

yo he curtido tanta mesa de bar que no sabria ni calcularlo. me hiciste acordar de una mesa sobre las que posteè en mi anterior blog.

ele dijo...

tengo un escritorio grande muy grande
y lo quiero mucho

Anónimo dijo...

ideas que quedaron resonando: escritorio alquilado... mi cuarto de soltera...