16 de noviembre de 2006

Swastya yoga

En el vestuario la rubia de 21 años me miró con desconfianza. Yo le sonreí porque nunca hay que juzgar a las personas por la primera impresión que uno tiene de ellas. Ella no me devolvió la sonrisa y miró a su amiga inquisitivamente. Desagradable. Pensé, seguro que vos no llegás al suelo con las manos.
Me cambié en un lugar alejado y volví a la sala de prácticas.
El piso era azul y suave al tacto. Las luces, relajadas. El espejo deformaba un poco. Mis pantalones rojos no combinaban con el salón tan frío.
Empezamos con una serie de respiraciones. Pensé, ojalá no pongan música. Una vez que terminamos con las respiraciones pusieron una música funcional espantosa que dispersaba mi mente.
Las asanas eran en realidad preparación de otras asanas. Mucha fuerza abdominal, piernas y brazos.
Me concentré en mis músculos, huesos y respiración. La rubia se ubicó atrás mío. Tal como lo había adivinado su columna no respondió a las propuestas.
Tan rubia y alta y bonita para nada.
Me dio pena.
La práctica terminó. Me sirvieron un té de la india perfumado con jengibre. Picante.
Delicioso.
Me dieron un libro que me pareció muy esquemático.
No sé si voy a volver.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Flor, soy Julia
te invito a mi blog

barluz dijo...

Jjaja me hiciste matar de risa, tan rubia y alta y bonita al pedo, suele pasar (muejejejee). Primera vez que paso por tu blog, ahora que tengo un poco de tiempo. Saludos!