Parece que tengo un perro.
Llegó la noche del cinco, temblando de frío.
No lo recogí esa noche. Demasiadas emociones. Pero el tipo se quedó el 6 y ya el 7, viendo que llovía mucho, lo entré, lo sequé, le di agua y algo de comer.
Tener y querer. Yo quería un perro. ¿No podía esperar a marzo al menos?
El problema es que me voy. Me voy y el perro no puede quedarse solo. Es un perro educado, dulce, sabe cuando uno le dice que no, es cariñoso, agradece todas las caricias, no se sube al sillón ni a los almohadones. No meó el Buda del jardín (importante, sabe lo que no debe mearse). Es todo lo que uno querría de un perro.
Tengo que llevarlo al veterinario, bañarlo, comprarle comida. hasta ahora sólo comió la comida de Jimbo (donada por Zully, ¡gracias Zully y Jimbo!).
No sé si se llama Porthos o Rulfo.
Creo que es muy joven, tiene los dientes blanquitos, perfectos.
¿Y Pancho?
Pancho está bien, lleno de pulgas, como siempre, en la casa de mis viejos. Está viejito y gruñón. Jamás va a aceptar otro macho cerca de su radio.
Me quiero matar.
Y sin embargo...
4 comentarios:
Para mí tiene más cara de Porthos.
¡Menos mal que Pancho está bien!
Voto por Rulfo.
1) quedatelo
2) Rulfo
:)
Mira... la vida sabe bien lo que necesitas.
Rulfo =)
Saludos!
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