Ayer no estuvimos ninguno de los dos en la casa. Por eso, si la gata apareció no hubo forma de saberlo. Hoy a la mañana, sin entender cómo, la gata apareció en el cuarto de la computadora. Yo estaba en el jardín podando la enredadera y escuché cuando Nico me gritaba: ¡Flooooor, está Marilyn!
Debe haber entrado por la puerta del jardín sin que me diera cuenta, es lo único que se me ocurre. Subí y la vi en la escalera. Me maulló y fuimos al encuentro. Bueno, ya está, tenés una gata, me dijo Nico.
Quiero mucho a esta gata. No sé bien por qué. Supongo que porque eligió venir y entrar en la casa y hacerse amiga. Nos reconocemos enseguida y ella viene feliz a dejarse acariciar y ronronea como un motorcito nuevo.
Seguí podando la enredadera. Habíamos decidido ir al vivero temprano para preguntar por los árboles frutales pero la aparición de Marilyn desbarajustó todo. Le di un poco de leche (fue lo único potable que se me ocurrió para que la gata ingiera algo) y seguí con mi labor del jardín. Me di cuenta de que no le gustan los movimientos bruscos. Se asusta cuando alguno de nosotros sube o baja las escaleras rápido.
Luego se fue. Súbitamente. Tal como había aparecido. Fue por un pájaro. Le encanta perseguir pájaros. No creo que los zorzales vuelvan mientras ella esté aquí.
Hoy a la tarde cuando volvíamos de un cumpleaños infantil y abrí la puerta la vi asomarse nuevamente. Nunca la había visto tan tarde. Maulló y entró enseguida. ¿Mirá quien está aca?, le dije a Nico. No puede ser, me dijo él. Nos pusimos a escribir los dos en nuestras sendas computadoras. La gata nos mira, se lame, entrecierra los ojos y ronronea.
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