Extracto de mis diarios íntimos. Escrito un día de junio de 1998
Mi abuela Cata cumple años. No abre los ojos. No abre la boca. Tiene el
semblante de piedra. "¿Escucha, Catita? ¿Dónde puso el aparatito?", le
pregunta la mujer que la cuida con una voz chillona. Entiendo que mi
abuela no quiera escucharla y elija perder el audífono.
Mi abuela se deja hacer. No puede rebelarse. La enfermedad la ha dejado inmóvil como un bebé muy viejo y enfermo.
Estoy sola con ella. Vine a verla porque es su cumpleaños. Huelo su
pelo, toco sus manos que laten, el corazón le late bien y tiene un
estómago de hierro. Su mente es un blanco total pero su estómago es
fuerte. Disfruta de comer. No se para ni se sienta sola. Tiene las
piernas encogidas. ¿Piensa para sus adentros? ¿Qué piensa, Catita?
-¿Dónde está mi mamá?
La pregunta me descoloca. ¿Me pregunta por su mamá? ¿Está desvariando? ¿Cómo se llamaba la mamá de mi abuela?
-¿Quién? ¿Rebeca?
-No, se llamaba Elisa.
-Ah, cierto. Rebeca era tu abuela y la bisabuela de mi papá.
-Sí, la bisabuela de Claudio.
Me asombro. ¿Y esta lucidez de dónde viene? ¿Sabe quien soy? ¿Estoy soñando? ¿Estamos teniendo una conversación coherente?
De pronto cierra los ojos. Se duerme.
-Abuela.
Abre los ojos. Me mira con odio. Siento que me odia, que soy una intrusa. Sus ojos me dicen: "¿quién sos vos para molestarme?"
-Abuela, ¿estás enojada?
Me mira con sus ojos azules muy profundos. Hace que no con la cabeza.
Siento culpa. Una culpa horrible por no poder estar más con ella, por no saber cómo hacer para hacerle bien.
-Yo sé que no vengo mucho a visitarte pero te pienso siempre.
No sirve de nada que le diga esto pero es la verdad. Ella parece aflojarse.
Saco la guitarra y canto algunas canciones. Ella cierra los ojos pero yo
sé que escucha porque mueve los pies. La música me invade y me siento
muy bien. Siento que con mi voz le acaricio el alma.
Silencio.
Mi abuela abre los ojos y me sonríe.
En esa sonrirsa siento todos los aplausos del mundo.
Cambio todos los aplausos del mundo por la sonrisa de mi abuela.
-Muy lindo - me susurra.
Y entonces yo me siento su nieta. Y siento que me reconoce. Que me
perdona por no ir más seguido. Y sigo hablándole en este lenguaje
musical durante mucho tiempo. Ella abre la boca para decir algo
intraducible. Pero no importa. Su expresión ha cambiado y sus ojos son
un mar tranquilo y dulce. Y aunque no entiendo lo que me quiera decir sé
que intenta decirme que me ama. Porque el lenguaje del amor es así.
3 comentarios:
Hermoso texto.
Saludos.
Muy bello, Flor. Y es muy lindo cómo esas cosas escritas hace tanto, sin embargo de pronto son tan fuera del tiempo. Gracias por compartirlo por acá.
Vian! Qué lindo verte por acá. Gracias.
Nat: a mí también me sorprende que algunos textos sean un presente continuo. Ah, te sorprenderían los pasajes de mi diario en donde estás como personaje :-)
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