La práctica de yoga intenta cultivar una mente sátvica, es decir, una mente tranquila. El objetivo (artha) es aquietar los movimientos de la mente externa. Para decirlo más claro, nos ayuda a dejar de correr trás la zanahoria. Para esta filosofía tenemos varias mentes, algunas internas, otras externas. Acallar la mente externa permite conectar con la mente interna (citta). La mente externa se rige por nuestros sentidos. Lo que vemos, degustamos, olemos, incluso nuestros brazos y piernas son órganos de los sentidos ya que nos permiten tomar cosas del mundo externo.
Asana es una buena forma de empezar a aquietar la mente porque nos conecta con el aspecto más grosero de nuestro ser. La mente, al ser de naturaleza más sutil, es más compleja de controlar. Asana nos ayuda a liberar patrones y hábitos que quedan enquistados en el cuerpo y nos generan dolor y aflicción. Nadie con dolor permanente puede sentarse a meditar. Asana junto con pranayama nos permite crear espacio y bienestar. Este bienestar si bien puede disfrutarse es para poder sentarse a meditar, es para acceder a aspectos más sutiles de nuestro ser. Las Upanishads nos dicen: no somos este cuerpo, no somos esta mente. Y entonces, qué somos. Practicar asana, pranayama y meditación nos ayuda a acercarnos a esta verdad.
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