domingo, 22 de agosto de 2010

La exclusividad de Nespresso

















Hace un tiempo mi padre -amante del buen café- se compró una máquina de café Nespresso. Fue una gran novedad porque es sabido por todos los que frecuentan la casa de mis padres que el café allí nunca gozó de "buena salud". La máquina, entonces, vino a reivindicar a mi padre que con buen gusto y generosidad empezó a despachar ristrettos, capuchinos, cortados y cafés con leche coronados de una espuma alta y aireada, digna del mejor bar italiano. Era un placer tomarse un sabroso café luego de un copioso almuerzo de domingo.

Sin embargo, como era de preveer con estas máquinas sofisticadas, hace un par de semanas, la Nespresso se rompió. Mi padre, desolado, la llevó al local más cercano para ver si podían arreglarle a su bebé y se quedó estupefacto al enterarse de que no era así como se procedía en caso de algún desperfecto técnico. Le explicaron -muy cortésmente- que debía llamar a un determinado número, concertar una cita con un encargado que arreglaría la máquina y esperar a que fueran especialmente a su casa. En caso de que el encargado no pudiera arreglar la máquina en ese preciso momento le dejarían una de respuesto hasta tanto pudieran arreglar la rota "para que usted no se quede con las ganas de seguir degustando nuestros deliciosos cafés" (que entre líneas sólo podía significar "para que usted siga comprando nuestros deliciosos y costosos cafés" ya que es sabido que una máquina Nespresso sólo funciona con los cartuchos de café Nespresso y ahí es donde radica todo el negocio de la exclusividad.).

A mi padre todo esto le significó un problema más que una solución. Primero alguien tenía que estar en la casa para recibir al encargado de arreglar la máquina de café. La exclusividad se le empezó a tornar un tanto pesada. Sin embago, la idea de que le dejaran una máquina de respuesto mientras le arregablan la suya propia le pareció divertida. Finalmente, llamó al número que le indicaron y luego de varios intentos logró arreglar un horario para que alguien pasara por su casa y arreglara la bendita máquina. Mientras tanto, le prestamos la Volturno que, dicho sea de paso, jamás falla y funciona con cualquier buen café (hay cafés muy ricos y no necesariamente muy caros) aunque, claro está, no llegan a tener *esa* espuma (¡oh, gloriosa espuma!) que te da la máquina de Nespresso.

Llegó el día en que un encargado pasó por la casa de mis padres y como era de preveer no pudo resolver el problema de la máquina en el momento.

-Bueno, me la voy a tener que llevar.
-Ah... entonces, ¿me das la de repuesto?
-Uh, ¿sabe qué pasa? Recién acabo de entregar la última.
-...
-...
-Decime, querido... ¿cómo te llamás? -Mi padre cuando le dice "querido" a alguien lo dice con un tono francamente horrible que te da como una serie de escalofríos en continuado.
-Franco.
-Franco... seamos francos. Hacele honor a tu nombre.
-Señor... yo...
-Vamos, Franco, vos y yo bien sabemos que nunca hubo una máquina de respuesto.
-Lo que pasa es que...
-Decime, ¿alguna vez le entregaste una máquina de respuesto a alguien?
-La verdad es que.... eeeh...
-...
-Y... no.
-Me lo imaginaba, Franco.
-Si llama, capaz le entregan una.
-Claro, Franco*. Llevate la máquina. Por favor. Y gracias por la franqueza.

A veces, vale más un piano en la cabeza.

*Nótese la cantidad de veces que mi padre dijo "Franco" en la conversación. Como para taladrarle la cabeza al pobre pibe.

3 comentarios:

Alicia's Own dijo...

Qué genial este relato, qué genial tu viejo!

Justo nosotros estamos por comprar una... Aunque creo que nos hemos decidido por una parecida pero de otra marca pero no me puedo acordar el nombre!

S A L dijo...

tengo una de esas que me regaló un fulano agradecido por no ir en cana... ya se que si se me rompe tengo un testigo de lujo para acusarlos de estafa!

Anabella dijo...

¡bendita sea la bialetti!