La noche de ayer fue mágica. La casa se abrió y recibió en su seno a 25 personas (y una nena de tres años que bailaba). Valió la pena pelar, desgranar, picar y cocinar kilos de calabaza, damascos, zapallo, papas, batatas, choclos, cebollas y carne. El caldero es un invento maravilloso. Todos los sabores se amalgaman allí. Una pizca de ganas, otra de labor, otra de paciencia. Las luces se encienden, la pista se prepara.
Rubber Soul sonando y nosotros con vasos de Ginger y Jack. El caldero humeante, las empanadas de Mari crujiendo en el horno y ¿de dónde salió este calorcito en Mayo?
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