viernes, 7 de mayo de 2010

La buena tierra

Cuando uno encuentra un maestro no quiere dejarlo ir.
A mí no me gustaba pintar la cerca. Yo quería colgarme del arnés.
Con Nora me pasó algo así. Nora nos tenía varios minutos en Adho - Muka hasta que el cuerpo comenzaba a temblar. Pero yo quería hacer un paro de cabeza. Y el momento no llegaba.
-Eras el mal alumno zen, cariño - me dijo Nico riéndose.
Algo de eso había. Pero también sucedía que Nora daba clases lejos y yo deseaba poder hacer actividades cerca de mi casa. Quería anclar de una buena vez en mi territorio. Tenía que haber alguien que enseñara yoga cerca de mi casa y que me gustara.
Probé algunos lugares pero no hubo caso. El yoga que se hacía allí era, o bien, muy gimnástico, o bien, demasiado "espiritual". Siempre añoraba a Nora. Y cuando podía me daba una vuelta por sus clases. Ella me miraba con esos ojos enormes que tiene y era maravilloso volver a su sabiduría antigua.
Probé el método Iyengar y me gustó. Pero no siempre salía bien de las clases. Eran clases demasiado fuertes y que requerían de toda mi salud y fortaleza. Y, por otro lado, mi nueva maestra nunca hacía hincapié en la importancia del dedo gordo. Y los que hacemos yoga, sabemos, el dedo gordo lo es todo. Las posturas se sucedían unas tras otras con muy poco respiro en el medio. Y si bien mis brazos comenzaron a fortalecerse como nunca y aprendí a usar el arnés y los cintos y los ladrillos no me sentía del todo a gusto cuando salía de las clases. Añoraba la sensación de paz y quietud de las clases de Nora y aún así quería el sobresalto de las invertidas.
Lo quería todo.
Hacer las posturas invertidas requiere de entrenamento y fortalecimiento de las cervicales. Si se hace sin que el músculo esté preparado puede haber lesiones y mucho dolor.
Empecé a sentir dolores inexplicables al hacer el paro de cabeza. Y no cesaban con la práctica. Algo estaba haciendo mal.
Y luego me enfermé. Me debilité.
Empecé a hacer los ejercicios que había aprendido de Nora en mi casa. Empecé a practicar sola. Pero aún así necesitaba de un maestro.
Uno siempre necesita de maestros.
Hasta que llegó La buena Tierra a mi vida.
Soy feliz, estoy fascinada con este lugar que tiene 16 años de historia y que está en pleno Olivos. La maestra tiene una edad indefinible. No podría decirlo. Y sus clases son poderosísimas.
Nunca subestimes
el poder de la respiración,
el poder de la concentración,
el poder de la sutileza.

2 comentarios:

Pau Bambú dijo...

Que lindo que tengas la capacidad de materializar en un post lo que conversamos en los mates...
La cerca...
La respiración...
Constancia, paciencia, dedicación....
Y el dedo gordo.

Te mando un abrazote.

PD: Y a mi si me gutsaton las frases de Kitchen.

Flor dijo...

Pau! Eso eso! Constancia, paciencia, dedicación, práctica, práctica, práctica... Mil gracias por la recomendación.