Mi amiga Montse está embarazada de cinco meses.
Mi amiga Mariana está embarazada de cinco meses aussi.
Son dos amigas de la facultad. Ambas parirán para la misma fecha.
Sólo me embarga hermosura ante la vida que crece en estos dos vientres. Las dos serán madres buenísimas. Lo sé.
En una larga charla por teléfono le cuento a Montse que estoy preparando canciones nuevas, que quiero volver al ruedo, que estoy haciendo música todos los días. Ella me dice:
-Yo me acuerdo de una vez que fuimos con Eze a escucharte cantar en Plaza Serrano. Cantaste una canción de un niño. No era exactamente una canción de cuna pero cuando la escuché me pareció que era la canción exacta para cantarle a un hijo. Y mirá que en esa época yo no pensaba en tener hijos.
No sé qué canción era esa pero me asombra cómo perduran las sensaciones que provocan las canciones que se cantaron allá lejos y hace tiempo.
En un bar de Olivos, frente a una taza de café con leche y medialunas, luego de compartir una clase de yoga, le cuento a Mariana que quizás me compre un resonador dobro o una guitarra de 12 cuerdas porque me gusta el sonido que tiene, porque quiero aprender nuevas técnicas, investigar. Ella me dice:
-Yo me acuerdo especialmente de esa vez que cantaste en el centro cultural de Facultad de Economía con una guitarra nada más. Trasmitías algo tan bueno cuando cantabas.
Y sonríe. Y se toca la panza.
Después me susurra:
-Es algo tan raro estar embarazada, Flor.
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