-¿Por qué desea hacer yoga?
-Pienso que podrá ayudarme a construir mi vida y hacerme avanzar en mi trabajo.
-¿Cuál es su trabajo?
-Bailarín.
-La danza es un don de los dioses. Shiva Nataraja es el señor de la danza. Es un arte difícil. ¿Cuál es su baile?
Balbuceo algunas explicaciones incómodas. En el fondo, no sé cuál es mi baile.
-Supongo - me dice- que tiene un entrenamiento cotidiano.
-Sí, claro.
-¡Muéstreme!
Veo un balcón de madera que rodea una terraza cubierta en la que estamos sentados.
-Hacemos barra todo los días.
-Muy bien. ¡adelante!
Respiro  profundamente, con más nervios que durante una premiêre y me  ubico  frente a él tomándome del balcón. El suelo era, cosa rara en la  India,  de madera natural, pulido pero no resbaloso y me pemitía un  trabajo  simple y cuidado.
Al cabo de cuarenta minutos, ni su cuerpo ni su mirada se habían movido. Le digo, cubierto de transpiración:
-Esto es lo que llamamos "barra".
Un largo silencio y luego:
-¿Y  por qué quiere hacer yoga? Si su mente es libre y su cuerpo recto  pero  sin tensión, si deja al ejercicio dirigirlo y no a la inversa, si  no  desea del ejercicio más que la belleza y la verdad, usted tiene su   yoga. ¡No busque en otras partes! Haga entonces lo que llama su "barra"   por la belleza de la barra, sin pensar en la idea de progreso, pues  sólo  se progresa abandonando la idea de progreso.
Maurice Béjart, Cartas a un joven bailarín
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