El relojero es todo un personaje. Un señor bajito, medio peladito, muy simpático que habla hasta por los codos. Sostiene mi reloj pulsera con sus manos enormes y lo mira y remira hasta que me dice:
-¿Ya les cambiaste la pila alguna vez?
-Creo que no.
-Ah, porque acá la tapa está forzada ¿ves?
A mí me importa poco si la tapa está forzada o no. Sólo quiero que le cambie la pila rápido porque tengo que tomarme el subte e ir a dar una clase de semiótica. Pero el relojero no se inmuta y se toma todo el tiempo del mundo en abrir el reloj que está emperrado en permanecer cerrado como una nuez. Tengo un poco de miedo por mi pobre relojito. El relojero está exaltado y busca una serie de adminículos para abrirle la tapa al reloj.
Finalmente lo abre pero hete aquí que la tarea no ha terminado. Busca una pila pero nota que no encaja. Luego busca otra. Pero tampoco encaja. Luego del cuarto intento encuentra la pila correpondiente. Es minúscula. La coloca, cierra la tapa y me pregunta:
-No tiene segundero, ¿no?
-Y... no.
-Tampoco hace ruidito.
-No.
-Hay que esperar a ver si se mueve.
Entonces esperamos a que el relojito se mueva. Yo ya sé que llegaré tarde. Indefectiblemente. Pero lo importante es que sabré exactamente cuantos minutos tarde llegaré.
2 comentarios:
me encanto es genial, escribes muii lindo C:
Gracias!
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