9 de octubre de 2011

Reportaje a Wim Wenders sobre su film "Pina"


-¿Por qué confió Pina Bausch en usted para hacer esta película?

-Lo hizo, y nunca le pregunté por qué. La confianza es algo que escapa a la razón. Podríamos decir que Pina confiaba en su mirada por encima de todo. Poseía el don de la observación, tenía una paciencia y una certeza que yo nunca he conocido en nadie más. Cuando te miraba, realmente te sentías escrutado, pero no de forma inquisitiva sino de manera muy cariñosa.

-¿Cómo se enfrentaron a la pérdida de Pina tanto usted como sus bailarines?

-Haciendo la película juntos. Ninguno de nosotros había podido despedirse o darle las gracias. Pina había desaparecido de sopetón de nuestras vidas. Algunos de esos bailarines habían pasado toda su vida profesional con ella. La película nos dio a todos una oportunidad de hacer las paces con su muerte. Pina siempre pensó que el baile era su única arma para luchar contra las injusticias, el dolor y, por supuesto, la muerte misma.

-¿Cómo cambió su visión de la película tras su muerte?

-Mi primera reacción fue cancelar la película. Después de todo, Pina y yo habíamos soñado con el filme juntos durante más de 20 años. Me parecía imposible continuar sin ella. Pero semanas más tarde sus bailarines me convencieron de que era una decisión equivocada, de que era importante hacerla.

-¿Cuál fue su enfoque a la hora de trabajar con ellos?

-La regla básica era que yo les hacía preguntas y que ellos no podían contestar con palabras, solo con movimientos y gestos, con el idioma de sus cuerpos. Pina siempre les había enseñado que fueran muy honestos y personales con ese lenguaje. No quería ver en él ningún papel, ninguna respuesta prefabricada. Deseaba que los bailarines contestaran con el corazón, que estuvieran dispuestos a revelar su yo más interno.

-La película no ofrece ningún dato biográfico de Pina. ¿Por qué decidió centrarse exclusivamente en la danza?

-Cuando Pina y yo empezamos a pensar en una película, ella dejó claras dos reglas desde el principio. La primera, nada de biografías. Pina deseaba que fuera una película acerca de su trabajo en la danza, no acerca de su vida. La segunda, ninguna entrevista con ella. Pina no quería hablar sobre su arte. Cuando lo hacía, era obvio que sentía como si traicionara la esencia de su trabajo. Pina lo dijo todo en el idioma que dominó como nadie antes que ella: el idioma de nuestros cuerpos.

-La película no hace concesiones. Ninguno de los bailes es identificado, y usted no se preocupa por contextualizar el trabajo de Bausch. ¿Por qué?

-Porque Pina era radical. Su enfoque era radical. Puso el baile del revés, o más bien lo enderezó, vio que se había convertido en un mero ejercicio estético con atletas idealizados y lo devolvió a la humanidad común. Ella misma lo dijo en pocas palabras: "No me interesa cómo mis bailarines se mueven. Me interesa lo que los hace moverse". Ella siempre quiso que su arte se explicara por sí mismo.

-¿Qué significó Pina Bausch para usted? ¿De qué manera transformó su visión del mundo?

-Es difícil decirlo, pero tengo que reconocer que su trabajo tuvo mucho impacto en mí. Dos años después de conocerla rodé El cielo sobre Berlín (1987), que es sin duda mi película más coreográfica. No la habría hecho de no haberme encontrado con Pina.

-¿Qué similitudes comparte usted con Pina Bausch como artista? ¿Se acerca usted al cine de la misma manera que ella tenía de acercarse a la danza?

-Tanto Pina como yo crecimos en la Alemania de posguerra. Pina nació durante la guerra, yo justo después, a solo 20 millas de distancia. Creo que ese bagaje nos formó a los dos. Además, ambos tomamos nuestros respectivos artes y los reinventamos. Mis películas son personales de manera similar a las piezas de Pina. Y ambos compartimos la misma pasión por la música.

-En Pina, usted logra una intimidad que es imposible conseguir en un espectáculo de danza en vivo. ¿En qué medida cree que el 3D era necesario para hacer esta película?

-La presencia total de los bailarines es algo que nunca se había visto en una película hasta ahora, y eso es gracias al 3D. La nueva tecnología proporciona espacio y profundidad y, más asombrosamente, volumen a los cuerpos. De repente los bailarines ya no son planos, sino redondos y voluptuosos.

-¿Qué desafíos afrontó a la hora de usar la nueva tecnología?

-Tuve que aprenderlo todo por mi cuenta. No había una experiencia previa en la que poder inspirarse. Cuando empezamos, todavía era tan solo un rumor. Tuvimos que aprender a mover las cámaras de forma distinta, a utilizar las lentes de forma distinta, a montar de forma distinta. Nada fue como lo había hecho antes. Entré en un área completamente blanca en el mapa de cine.

Este reportaje lo saqué de acá.

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