Hoy terminé de leer el libro de José Donoso. El obsceno pájaro de la noche. Casi 600 páginas de hebras y agujas que hilvanan y se clavan dolorosamente en los cuerpos del Mudito, la Madre Benita, la Iris Mateluna, las viejas decrépitas asiladas en La Casa, un Jerónimo Azcoitía incapaz de engendrar a su hijo en el útero de su mujer. La Peta Ponce y su prisma. Ah, un estallido del sentido en todo su esplendor. O si se prefiere, un paquete enorme que, de a poco, es preciso ir desenvolviendo para así encontrar otro paquete que, a su vez, contiene otro y otro y otro.
La novela de Donoso: un gran paquete que contiene hedores, pústulas, carne, sexo, pelos, política, viejas, monstruos, ciudades, crueldad, vehemencia, lástima, ternura, dolor, miseria y la lista sigue.
Un gran paquete. Un envoltorio. Una cáscara.
¿De qué?
Les digo que estoy extenuada.
2 comentarios:
También acabo de leer "El Pájaro Obsceno de la Noche" y, más que cansado, pensé que perdería la cordura: el delirio febril del "Mudito", dualidad (la Casa-la Rinconada, las viejas-los monstruos, bruja-beata, patrón-sirviente, etc.), aniquilación del sujeto, identidad: ser alguien, ser muchos... o nadie.
Es un libro del cual querría librarme lo antes posible. Aberrante hasta la exasperación. Un libro monstruoso que ejerce una fascinación total.
Obsceno, además, remite a aquello que está "fuera de escena", en los bordes, en los límites. Si Donoso quería dejarnos en claro qué entendía él por "obsceno", no nos deja dudas.
Lo que sí sé es que después de leer este libro no dejo que nadie limpie mi baño ni abajo de mi cama salvo yo. Estrictamente yo.
Y algo más: todos somos un poco las viejas que guardan paquetitos.
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