Estamos sentados en el enorme comedor del hotel que elegimos para pasar nuestras vacaciones. Es un hotel que data de 1938 con grandes ventanales que dan al mar. Tiene cien cuartos (de los cuales sólo veinte están ocupados) con postigones pintados de azul y palmeras viejas y altas. Afuera hay sol. Tomamos nuestro desayuno en silencio. Todo aquí es tranquilo y nadie tiene apuro. Hay algunos huéspedes que son habitués del lugar y se mueven por el hotel a sus anchas. Algunos son tan habitués que forman parte del mobiliario.
-Estás tan en tu salsa.
-¿Por qué?
-Porque sos terrible. Te encanta escuchar lo que dicen los demás y enterarte qué hace cada uno. Es el gen Rossi.
-Vos estás en tu salsa. Este lugar sos vos. Tiene el sello de los años treinta. Art Decó total.
-Si tuviéramos ventanitas en los oídos y pudiéramos elegir qué escuchar y qué no sería ideal.
-¿Por?
-A vos te falta cultura de hotel, cariño, claramente. Mucha carpa y poco hotel. ¡Dios!
-...
-No hay que hablar con nadie. Nadie. Es la mejor manera de evitar charlas inútiles y vacías.
-Bueh.
Nos quedamos callados estudiando nuestro entorno. Es cierto. No tengo cultura de hotel de pueblo. En la mesa de atrás se ha sentado un hombre al que hemos visto muchas veces. Parece ser un hombre extremadamente correcto pero hay algo en él que me intranquiliza. Siempre pareciera que está a punto de estallar. Habla con palabras difíciles y camina arrastrando los zapatos. Está hablando con una mujer regordeta de pelo pajizo y extremadamente corto.
Las conversaciones son eso: el desesperado intento por encontrar alguna coincidencia que nos permita seguir comunicándonos. Hay gente que se desespera por comunicar algo sobre sí misma. Es el mal del siglo XXI. El silencio, por otra parte, es el fracaso de este intento.
-¿Ustedes de dónde son?
-De Buenos Aires. Vivimos en el barrio de Recoleta.
-Ah, qué bien. Nosotros somos de Almagro.
-Ajá.
-Yo trabajé muchos años en una clínica X en Recoleta.
-¡Ah, pero queda a unas cuadras de casa!
-Sí, es que yo soy cosmiatra. Bueno, ya no. Me jubilé y ahora me dedico a mi nieta.
-Ah, pero eso está muy bien... Yo soy abogado y el trabajo me queda cerca de donde vivo. Por suerte, es cómodo.
-Pero además... yo soy maestra de reiki.
-Qué interesante. Yo mismo tomé la iniciación de reiki pero sólo el primer nivel.
-¿Ah, sí? ¿Con quién?
-Mmmh... no lo recuerdo.
-Ah.
-También hice un curso de llave mariana.
-Esa no la conozco -dice la mujer compungida.
-Se trata de hacer una visualización y...
-Es con la energía, ¿no?
-Sí, con la energía.
Hans toma el cuchillo de untar manteca y declara:
-Si me clavo esto que está sucio de miguitas capaz que me produzco una infección y muero más rápido, ¿no?
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