La gata maullaba desesperada. La vi parada en el medio del living mirando fijamente la ventana que da a la calle. Entre la cortina se veía la cabeza de un gato enorme.
-¿Ahora traés a tu novio a casa, Marilyn?
Cuando el gato me vio salió disparado al jardín. La gata estaba nerviosa y alterada. Quise tomarla en brazos pero maulló con un maullido lastimero. La dejé en el suelo. Miraba fijamente al gato que estaba en el jardín con miedo muy intenso.
-¿Te da miedo ese gato, Marilyn?
Tomé una escoba y cual ama de casa desesperada, amenacé al gato que salió disparado por la medianera.
Volví a la cocina. La gata estaba agazapada debajo de la mesa. Cerré la puerta. La vi acercarse al vidrio de la puerta y mirar hacia afuera. Empezó a husmear el borde de la puerta.
-¿Querés salir?
Abrí la puerta pero la gata me miró como si yo fuera la imbécil más grande de este mundo y me maulló instándome a cerrarla.
Dios mío, no necesitan hablar estos bichos.
2 comentarios:
Si hay tanto muchacho dando vueltas, te aconsejo que la castres porque vas a ser abuela en cualquier momento! Beso!
Irene, creo que la gata ya está castrada (¿te acordás que vino con el collarcito puesto?). Por otra parte, la bicha no es del todo mía. Es bígama. Pasa algunos días acá y otros días vaya uno a saber. Yo la adoro pero me da hasta cosa cortarle las uñas porque no es mía. Imaginate, ¡menos voy a quitarle el útero si es que no se lo quitaron ya!
Veremos cómo se desarrolla la cuestión. Por ahora es todo muy divertido. :)
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