sábado, 18 de junio de 2011
Gripe
Lunes. Vértigo en la nariz. Picazón en los ojos. Lo atribuyo al movimiento de libros y al polvillo que eso despierta. Pero no. A medida que pasan las horas me doy cuenta: me resfrié. Me digo que no es nada, un poco de mocos y nada más. Pronto estaré bien. Martes. Estoy mejor. Estoy mejor. Estoy mejor. Es como un mantra que me digo a mí misma. Cancelo dos sesiones a la mañana. Descanso. Aprovecho para leer. No me siento tan mal, estoy descansando. Mañana será otro día. Cortaré este resfrío de cuajo. Disfruto de estas horas de ocio. Me doy el gusto de comer bien, de ordenar algunos papeles que daban vueltas por ahí esperando la oportunidad. Por la noche vamos a cenar a lo de Zully. Miércoles. Ya no me siento tan bien. Estoy peor. No tengo fiebre pero siento el cuerpo apaleado. Pero no tengo fiebre. NO TENGO FIEBRE. Que conste, eh. Jueves. Perdí la batalla contra el bienestar. Soy un escracho. Una nube de mocos me inunda el cerebro. Picazón en los oídos. Aliento a topo muerto. Me doy por enferma. Cancelo todo. Chau, mundo, no me jodan. Viernes. Repentino bienestar. Nariz semi destapada. Me doy un baño de vapor. Alivia. Ah, el mundo es maravilloso.
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