En primer grado todas las nenas del colegio tenían un "bebote". Así que yo no tardé en pedir uno. Los bebotes eran unos muñecos semejantes a un bebé con cabeza, bracitos y piernitas de un plástico medio maleable y el cuerpo era como acolchadito, como un almohadoncito.
Al bebote había que vestirlo para que pareciera un bebé de verdad. Algunos tenían un mechoncito de pelo. La mayoría abría y cerraba los ojos. Los ojos eran azules, obvio.
Los bebotes no tenían sexo. Dependía de que ropa le pusieras. Rosita o celestito. Las nenas traían sus bebotes al colegio y los dejaban en un lugar especial -un estante- indicado para guardar bebotes. Los exhibían allí como trofeos. Había bebotes muy lindos y algunas estaban muy orgullosas de su bebote. La clase comenzaba y los bebotes nos miraban desde su lugar privilegiado. En el recreo las nenas iban a atender las necesidades de sus bebotes.
Bueno.
Mi bebote llegó un día a casa de regalo. No me acuerdo cómo estaba vestido. Nunca tuvo nombre. Era un muñeco cuyo cuerpito era de un almohadoncito bordó. De eso sí me acuerdo porque se ve que lo tenía siempre desnudo. Nunca entendí cómo había que jugar con ese juguete. Me impresionaban sus ojos azules. Un día se atascaron y el bebote se quedó con los ojos abiertos para siempre. Era pelado y yo le ponía una gorrita de colores, de eso sí me acuerdo. Nunca lo llevé al colegio ni lo expuse en el estante de los bebotes. En los recreos yo salía a jugar al elástico, la soga -era muy buena jugando al elástico-. El bebote quedó olvidado en un placard. Nunca lo acosté ni le di de comer. Me avergonzaba secretamente haber pedido un juguete que no me divertía en lo más mínimo.
Tenía seis años.
6 comentarios:
Wow! Me hiciste volver a la infancia. Yo tenía uno: Martín se llamaba. Vivió hasta los cinco de mi hermano en donde lo suicidó tirándolo a la chimenea (a los cinco de mi hermano yo tenía 17).
No lo llevaba al colegio ni nada, lo tenía siempre acostado en mi cama. Tenía muñecas, claro, muchas y todas lindas (me siguen gustando las que son nenas, ni barbies ni bebés: nenas), pero no jugaba con ellas, era una especie de colección.
Wow! No me acordaba de esto hace mil...
¿Terminamos por hoy? ¿Cuánto te debo?
Leí tu post hace horas... Y el insomnio me vista una vez más. Como a tu hombrecito del cuchillo yo a mi insomnio le digo que no le temo bu bu bu
Volví a leer mi blog... inevitablemente me di cuenta de la coincidencia de escribir de la infancia ambas. Aunque yo por mis cuadernos. Sera la muñeca derecha y la infancia? ja ja ja
Gabi: Dios mío, no me debés nada. Al menos el tuyo tenía nombre. Yo que vos hablo en la próxima sesión eso de que tu hermano "lo suicidó". Me sorprende que a tus 17 años el bebote siguiera existiendo. Yo no tengo la menos idea de a donde fueron a parar mis muñecas. Creo que las regalé o las tiré. No sé.
Pau: Las muñecas... como diría mi psicóloga: es el meridiano significante, jejeje.
jaja! qué recuerdos!! me re-acuerdo de esos bebotes, que veía en casa de todas cuando volvía a buenos aires! también pedí uno, obvio... todos los años, durante 3 semanas, después me olvidaba de su existencia, jeje. sí ligué el equivalente para nosotras "forastares": un cabbage patch kid! el mío era una beba, pero con pasaporte trucho... tampoco sabía muy bien cómo jugar con ella. la tenía siempre expuesta en el cuarto, para mostrar a todos. y la llevaba de viaje. pero la verdad que me daba más fastidio que diversión. yo tampoco era muy capaz de jugar a muñecas...
¿Te das cuenta? ¡Es clarísimo por qué fuiste mi amiga al instante que te conocí! ¡A los 13 años!
Me encantó la anécdota.
«Nunca entendí cómo había que jugar con ese juguete. Me impresionaban sus ojos azules. Un día se atascaron y el bebote se quedó con los ojos abiertos para siempre.»
«Me avergonzaba secretamente haber pedido un juguete que no me divertía en lo más mínimo.
Tenía seis años.»
El remate es excelente.
Saludos.
Publicar un comentario