-Te espero allá.
Lo veo alejarse en el medio de la multitud y me quedo sola. El aeropuerto es enorme y hay muchísima gente a mi alrededor. Sigo buscando en el bolsillo de mi mochila hasta que encuentro unos pasajes. No están a mi nombre sino a nombre de él. A la señorita del mostrador no parece importarle mucho y, muy sonriente, me deja pasar advirtiéndome que si no me apuro, perderé el avión.
Empiezo a subir una escalera mecánica pero se traba. La escalera se detiene y empieza a darse vuelta. Me agarro del pasamanos pero siento que me voy a caer a una superficie llena de agua que extrañamente ha inundado la planta baja.
Mi ex, ya instalado en el avión, me reclama telepáticamente: "¿Qué hacés? ¡Seguí por la escalera hasta el segundo piso! Ahí vas a encontrar la puerta para subirte al avión".
Yo no puedo salir de la escalera, estoy perdiendo el equilibrio, siento que me voy a caer a la enorme masa de agua y entonces escucho una voz interior muy potente que me dice:
"Dejate caer al agua y nadá a la isla. Hay muchos caminos para subirse a un avión".
Lo siento tanto G, haberme dado cuenta antes.
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